La Palabra de un Académico - Juan Gimeno - 2006 - Parapsicología de Investigación

Aportando una luz en el camino paranormal
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Augusto Frin - Pionero de Domínico - Juan Gimeno - 2006

La Palabra de un Académico

En el año 1921, un académico argentino, el ingeniero José Salvador Fernández, tuvo noticias de Augusto y le pareció que las consultas postales eran ideales para realizar un experimento que confirmara o desechara definitivamente las afirmaciones de tantos enfermos, tal vez confundidos por su falta de preparación. Fernández estaba dedicado de lleno a su cátedra de Física en los colegios secundarios y a redactar textos de Física que todavía hoy se utilizan (1), permaneciendo escéptico a toda manifestación ajena a la ciencia ortodoxa. Así lo expresaba en su libro, donde se describe la experiencia realizada: “En aquella época, nuestro personal enfoque de la Realidad estaba orientado firmemente dentro del riguroso positivismo materialista y mecanicista de la ciencia clásica del siglo XIX” (2). Sin embargo, la noticia de la existencia de un yuyero y vidente en Villa Domínico sacudió la firmeza de sus convicciones. Debido a la relevancia del autor, y por ser el único testimonio escrito sobre la actividad de Augusto, se transcribe a continuación íntegramente lo relatado en su libro:
“Actuando como técnico de una empresa importadora de novedosos aparatos eléctricos, el gerente-propietario de la misma, señor J. J. B., al regresar de un viaje a Córdoba, trajo la noticia de que un ‘yuyero’ de Villa Domínico era famoso por allá, por sus éxitos curativos. Bastaba con enviarle $ 2 m/n por correo, con el nombre y dirección del enfermo, para recibir paquetes con las hierbas curativas, a vuelta de correo.

“Y, ante nuestra sonrisa burlona, agregó que la familia de un estanciero amigo suyo, de Tucumán, recibió de vuelta los $ 2 m/n remitidos, con indicación de que el enfermo no tenía cura; cosa que se verificó al poco tiempo, ante el fallecimiento del mismo.

“En vista de esos hechos, resolvimos hacer un ensayo simultáneo, enviando cartas con nuestros nombres y el de un amigo presente (escribano E. M.). Al día siguiente, llegaron dos paquetes para cada uno, con indicaciones de los males a curar. Todos estuvieron, en principio, acertados.

“Nuestros paquetes incluían un yuyo para corregir la marcha intestinal y otro para curar la tos. El primero correspondía a un malestar que nos preocupaba, derivado de irregularidad en horas y lugares de comidas, que pudo haberse averiguado. Pero el otro, también acertado, correspondía a la tos que, como consecuencia de un enfriamiento en la noche al regresar a nuestro domicilio en Banfield, nos afectó luego del envío de la carta aludida.

“Todo esto nos dejó confusos a los tres experimentadores, pero suponiendo que el ‘yuyero’ tuviese un especial servicio de información, resolvimos hacer una experiencia que nos pareció crucial: pedimos remedios para una hermana del señor J. J. B. que residía en Italia. Y al otro día llegaron los paquetes, con sorprendente acierto sobre los males que padecía esa señora.

“Estos psico-diagnósticos exactos, sin limitaciones de distancia nos impresionaron fuertemente.

“Nadie tomó los remedios remitidos, pero la experimentación hecha tuvo la virtud de despertar una sensación de temor ante poderes desconocidos, capaces de develar íntimos secretos y de enfrentar los clásicos métodos científicos con inverosímiles efectos exitosos, en los deslindes del curanderismo, que todos menospreciábamos.

“Nuestra reacción personal, luego de pasado el choque psíquico provocado por esa muestra de un aspecto de la Realidad completamente desconcertante, fue el reafirmarnos en el sendero científico y proponernos observar, en adelante, ese dominio incógnito, hasta lograr penetrarlo y explicarlo” (3).

Más adelante, Fernández debela el nombre del yuyero y  termina de relatar la experiencia:

“Con Augusto Frin, el ‘yuyero’ de nuestra primer experiencia, tuvimos pruebas de sus aptitudes de clarividencia general y también de sus aptitudes parabiológicas, ya que con sus hierbas terminaron rebeldes ataques de hígado de nuestra esposa, que no se aliviaban con los tratamientos de los amigos médicos. Frin descubrió, por clarividencia, que el origen de la molestia hepática era una inflamación de ovario; y los ‘yuyos’ para eliminar ésta, terminaron con los ataques hepáticos, no repitiéndose hasta el presente (1963)” (4).

Analizando brevemente lo leído, se pueden extraer algunas consideraciones coincidentes con lo investigado hasta ahora:

> Se confirma que Augusto sólo cobraba por la venta de los yuyos y no por las videncias, como lo demuestra el caso del estanciero.

> Que hacia 1921 su fama tenía carácter al menos nacional, ya que el testigo tuvo noticias de Augusto en las provincias de Córdoba y Tucumán.

> La realidad de su capacidad para diagnosticar a distancia, que no permite ser puesta en duda, ya que fue aprobada mediante un método inobjetable, que descarta cualquier           posibilidad de acierto mediante fraude o azar.

> La gran efectividad de las yerbas medicinales preparadas por Augusto, ya que se reconoce que curaron enfermedades que no podía aliviar la medicina   convencional.


(1) Fernández. J. y Galloni, E. Fisica Elemental. Buenos Aires. Editorial Nigar. 1980.
(2) Fernández, José S. Más Allá de la Cuarta Dimensión. Buenos Aires. Editorial Constancia. 1963. Pág. 10.
(3) Fernández, José. Op. Cit. (1963). Pág. 10.
(4) Fernández, José. Op. Cit. (1963). Pág. 11.



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