Valentín Armando King, Radiestesista del Estado - Juan Gimeno - 2007
¿Qué diferencia se podrá encontrar entre un curso de parapsicología dictado hace medio siglo respecto de uno actual? Para responder a esta pregunta ayudará el acceso a un folleto con actividades del Instituto Argentino de Parapsicología para el año 1957. Allí podrá leerse el programa completo del Curso General a cargo del Dr. Orlando Canavesio, en ese momento presidente de la Asociación Médica Argentina de Parapsicología y Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Medicina Psicosomática. El lector podrá sorprenderse de saber que se trata de un curso “teórico–práctico”, aclarando inmediatamente que “se contará con la colaboración de los dotados parapsicológicos, señores Valentín A. King, Eric C. Luck, Federico Poletti y Enrique Marchesini, quienes realizarán demostraciones en cada conferencia” (1). Además, la bolilla XI de la segunda parte, se titula “Biografía de dotados”, y figuran los hoy conocidos apellidos de Ossowiecki, Home, Piper o Palladino al lado de los ya mencionados King, Luck, Poletti y Marchesini.
Los apuntes de aquel curso pionero son hoy inhallables, siendo imposible acceder a la historia de aquellos personajes nativos. Eric C. Luck (2) o Enrique Marchesini (3) han tenido sus artículos, aunque mucho más breves o anecdóticos de lo que sus capacidades merecerían; mientras que de Federico Poletti sólo es posible saber que participó de “experiencias notables” (4) junto a Canavesio, pudiendo observarse su foto, con un cigarrillo entre los labios y sosteniendo un pequeño péndulo en su mano derecha (5), como único legado para quienes no pudieron conocerlo.
Con respecto a King, fue posible entrevistar a uno de sus hijos, Rubén, de 76 años; a través de sus recuerdos y de algunos documentos que gentilmente permitió hacer públicos, se pudieron reconstruir al menos algunos pasajes de la vida de su padre, uno de los más importantes radiestesistas argentinos del siglo XX.
Su actuación junto a Orlando Canavesio
“El radiestesista señor King, es certero y potente en sus captaciones, y sus conocimientos en geología, hidráulica y minería han hecho más amplia y útil su facultad. Estimo que es uno de los radiestesistas más potentes (...). Es colaborador de la Sociedad Médica de Metapsíquica Argentina, y como tal, muchas de sus experiencias realizadas para dicha institución, serán vertidas en esta revista” (6). Estas palabras fueron escritas en lo que sería el último número de la Revista Médica de Metapsíquica, por lo que las experiencias aludidas quedaron sin publicar. Muchas de ellas fueron realizadas en el Gabinete de Parapsicología, dirigido por el mismo Canavesio, que funcionó a partir de 1948 dentro del Ministerio de Salud de la Nación, e integrarían su tesis doctoral, publicada en 1951, donde trató de encontrar un trazo característico en el electroencefalograma de dotados mientras realizaban sus prácticas.
En dicha tesis, ofreciendo algunos ejemplos del “estado metapsíquico”, asegura: “Armando King, rabdomante, se dispone a localizar agua y determinar su calidad, cantidad, curso, etc. (prospección). La varilla en sus manos da vueltas en uno o en otro sentido, para él ya establecido, y dice: ‘A 44 metros se halla la primera napa de agua con tales características: de 43 a 55 se encuentra la segunda napa, con tales características’. Hecha la perforación se registran los datos mencionados. La prospección se realizó en un terreno catalogado como de aguas malas. La experiencia se realizaba para buscar agua potable, con resultado positivo.
“Al mismo rabdomante se le entrega una fotografía en donde se puede ver al padre de un médico y un amigo del citado. Encuentra por medio del péndulo una lesión en vértice de pulmón izquierdo, y las radiaciones de vida que se obtienen a la altura del corazón son negativas (...) Al mes muere de un síncope. Padecía una míocarditis y era hipotenso” (7). Esta información es la única publicada hasta el momento, y permite conocer la forma de trabajo de King, y la calidad de sus resultados.
Los primeros años en Córdoba
Valentín Armando King nació el 14 de febrero de 1902 en la ciudad de Córdoba, Argentina, y fue el primogénito del primer inmigrante japonés que llegó al país. Su infancia y adolescencia transcurrieron como las de cualquier otro niño de familia trabajadora. Sus padres, Miguel King y Amalia Rodríguez, criolla, le brindaron educación primaria y secundaria, logrando el título de Tenedor de Libros. Fue un muchacho sano, amante del deporte y de la vida al aire libre.
Durante su juventud nunca protagonizó ningún fenómeno paranormal, ni tampoco fue testigo de nada que llamara su atención entre amigos y familiares. Al contrario, a medida que fue creciendo desarrolló un sostenido rechazo a cualquier manifestación en este sentido, asociándolas siempre con engaños y personas inescrupulosas.
En 1920 contrajo matrimonio, siendo con el tiempo padre de una mujer y de dos varones. Luego de varios trabajos circunstanciales pudo ingresar en la empresa Minetti, dedicada a la extracción de minerales, para realizar tareas administrativas. Al poco tiempo debió trasladarse con su familia hasta la localidad de San Ignacio de Punilla, distante 70 Km. al norte de la capital cordobesa, para gerenciar una mina de oro que había comenzado a funcionar allí.
Encuentro con el capitán Boothby
Por el año 1932 conoce a quien cambiaría radicalmente su vida, el capitán de la Marina británica F. L. M. Boothby, quien había llegado en misión oficial y reservada para realizar prospecciones, mediante radiestesia, de yacimientos petrolíferos que pudieran ser útiles a su país en una futura guerra atlántica, que ya se avizoraba. King lo recibe en San Ignacio y escucha incrédulo sus relatos. Hasta que al final, molesto, le dice: “Está todo muy lindo lo suyo, capitán, pero yo creeré en la radiestesia si usted, más que hablar, puede encontrar el oro en lingotes que hay en este lugar, y que yo guardo mejor que nada”. Sin inmutarse, Boothby desplegó su varilla, pidió una pepita de oro para usar como testigo, y en pocos segundos descubrió el escondite, que no era la caja fuerte sino un hueco disimulado debajo de la bañadera familiar.
Ante la evidencia debió aceptar no sólo la habilidad del visitante sino la suya propia, ya que el capitán, intuyendo en él a un gran radiestesista en potencia, lo instó a realizar algunas pruebas, que dieron los mejores resultados. A partir de entonces, durante dos años acompañó a Boothby por toda la provincia, mientras aprendía y se ejercitaba en todo lo necesario para desarrollar al máximo su capacidad innata, logrando “la primera manifestación positiva, confirmada por el capitán Boothby, al localizar una veta de galena que atravesaba su habitación, a seis metros de profundidad y controlada por extracción” (8).
Cuando Boothby consideró que su discípulo estaba preparado le regaló sus varillas, péndulos y frascos con testigos y volvió a Inglaterra. Allí hizo las gestiones para que fuera admitido en la British Society of Dowsers, institución íntimamente ligada a la corona británica y de gran prestigio, ya que sólo eran aceptados como socios, entre los que figuraban Boothby y muchos otros militares, quienes pudieran demostrar empíricamente sus habilidades radiestésicas.
El comienzo de su fama
Hacia 1939 se agota la mina de San Ignacio y vuelve a vivir a su casa de la ciudad de Córdoba, manteniendo el mismo vínculo laboral. Paralelamente, casi como un hobby, comienza a realizar búsquedas radiestésicas colaborando con amigos y familiares; pero sus sorprendentes resultados lo hicieron cobrar notoriedad. Tenía dos maneras básicas de operar. Con la varilla realizaba indagaciones de agua y diversos minerales sobre el lugar. Rubén aún recuerda con asombro un viaje a la provincia de Santa Fe, a una estancia de mil hectáreas, donde hacía meses que intentaban conseguir agua con métodos ortodoxos sin resultados. Su padre, en cambio, en sólo dos días de trabajo pudo ubicar dieciocho lugares, indicando en cada uno la profundidad a la que se encontraba el líquido; y sólo hizo falta esperar otros tres o cuatro días para que se hicieran las perforaciones y confirmar así la exactitud de las prospecciones.
Con el péndulo, en cambio, trabajaba a distancia, generalmente en su casa. Era capaz de realizar diagnósticos médicos teniendo delante la foto de la persona en cuestión. También era muy común que llegaran aquellos a quienes les habían robado su auto o su motocicleta, y él las encontraba siempre que pudieran traerle las llaves o una foto de los vehículos. Lo mismo ocurría con las personas; los sacerdotes de la congregación saleciana de la ciudad eran sus amigos, y solían acudir para ubicar a algún interno o seminarista que decidía ausentarse sin permiso más de la cuenta, y en todos los casos volvían con datos certeros que le permitían encontrar a los escapados.
Un caso significativo ocurrió con el ex presidente de facto de la república en 1955, general Pedro Eugenio Aramburu, secuestrado y asesinado en junio de 1970 por un grupo guerrillero. Buscando fotos para ilustrar este artículo, apareció inesperadamente una del militar; entonces Rubén recordó que su padre, con esa foto, había ayudado a encontrar el cadáver, que había permanecido enterrado en un lugar secreto. También contó que a partir de aquella colaboración habían recibido amenazas telefónicas durante mucho tiempo.
Búsqueda de aviones
King cooperó decisivamente en dos accidentes aéreos que tuvieron gran repercusión mediática. Uno fue el caso conocido como el de los “rugbiers uruguayos”, cuyo aparato cayó en plena Cordillera de los Andes el 13 de octubre de 1972. Algunos familiares de los accidentados ante el fracaso de las operaciones de rescate decidieron consultar a varios clarividentes, incluyendo al mismísimo Gérard Croiset. Uno de ellos tuvo noticias de King y llegó hasta su casa, acompañado de un mapa de la zona del accidente y una prenda de su hijo. En un libro que relata el caso se mencionan algunas gestiones llevadas a cabo ante “un clarividente japonés en la ciudad de Córdoba, en Argentina” (9); seguramente esa cita se refiere a King, aunque confundiendo la nacionalidad de su padre con la propia. King le aseguró que el accidentado estaba muerto, y si bien pudo encontrar el sitio donde se hallaba el avión, la falta de precisión del mapa no permitía una ubicación precisa. El consultante quedó en conseguir uno de mejor calidad y una fotografía de todo el grupo accidentado, aunque nunca regresó. Finalmente, setenta días después, cuando los pocos sobrevivientes pudieron llegar por sus propios medios hasta el caserío más cercano, se confirmó la predicción de King.
La otra catástrofe fue la que se produjo a fines de 1970 en Bolivia. Otro avión cayó en plena selva falleciendo todos sus ocupantes, la mayoría miembros de la cúpula militar del país. King marcó el punto exacto de la tragedia, aunque los rescatistas no pudieron ubicarlo por lo escarpado del lugar. Entonces decidió ir personalmente a supervisar la búsqueda. Desde un helicóptero Sikorsky de dos paletas, con su varilla pudo ubicar otra vez el sitio y así sí reconocer visualmente los restos, para luego llegar por tierra hasta el lugar.
A la hora de cobrar por su trabajo tenía una conducta inflexible. Pautaba previamente los honorarios si quienes lo consultaban iban a conseguir beneficios económicos de sus servicios; pero se negaba a recibir dinero en casos humanitarios, como fue el caso del accidente de Bolivia. Por ese motivo, las viudas de los militares fallecidos le enviaron como agradecimiento una bandeja de plata con sus nombres, que aún conserva como recuerdo su única hija.
Dos contratos oficiales
La radiestesia, entendida como una forma particular de clarividencia, mientras dispuso de sujetos especialmente dotados fue aceptada sin mayores controversias, sobre todo en las zonas rurales. Esto probablemente se haya debido a la utilización de un método que garantizaba una alta confiabilidad; pero sobre todo por el hecho de que los radiestesistas se abocaron a resolver problemas concretos e inmediatos. Encontrar agua, oro, aviones o personas desaparecidas resultó a la postre más atractivo que mover mesas, conseguir comunicaciones con improbables difuntos o arriesgarse a describir con pelos y señales la vida cotidiana de los habitantes de lejanos planetas. Quizá por eso sectores habitualmente escépticos confiaron en sus resultados, incluyendo en varias oportunidades a organismos oficiales. Uno de estos casos ocurrió en la localidad de Tostado, al norte de la provincia de Santa Fe. La escasez de agua era un problema endémico que limitaba las posibilidades de explotación agropecuaria y ponía en riesgo la supervivencia misma de los pobladores. A mediados de 1948 el problema se había agravado por una sequía que ya llevaba once meses. Los lugareños realizaban angustiosos petitorios públicos ante el agotamiento de los aljibes, ya que dependían casi exclusivamente del agua potable que pudiera llegarles por ferrocarril.
Ante este problema, el gobierno provincial, con fecha del 25 de agosto, promulgó un decreto cuyos considerandos resumen magistralmente las posibilidades de la radiestesia: “Considerando que las investigaciones de carácter geosísmico, geomagnético, etc. y ulterior alumbramiento de las napas individualizadas –trabajos que a solicitud de este gobierno podrían quizás realizar organismos nacionales especializados– insumirían un tiempo no compatible con las necesidades actuales de la población.
“Que es propósito de este gobierno, en su afán de hallar soluciones de emergencia a la afligente situación de Tostado, apelar a todos los métodos de investigación conocidos, aún de aquellos que pueden ser objeto de discusiones respecto a sus fundamentos científicos, pero cuya aplicación, según se tiene conocimiento, ha permitido y permite actuar con éxito y celeridad a organismos técnicos dependientes del Superior Gobierno de la Nación, el Gobernador de la Provincia decreta:
“Art. 1°–Autorízase a la Comisión de Estudios de la Zona Norte de la Provincia con Fines de Colonización, a contratar los servicios del señor Valentín Armando King, miembro vitalicio de la British D. R. Percepcion, que actúa oficialmente como especialista de la Dirección General de Aeronáutica de la Nación, a efectos de que, al igual que para este organismo, realice investigaciones de carácter radiestésico en la zona de Tostado con vistas a localizar fuentes subterráneas de agua potable” (10).
Luego del informe preliminar con fecha 25 de noviembre del mismo año, el gobierno autorizó una partida especial de dinero para la fase experimental de comprobación. El éxito fue completo, según puede leerse en un diario de la época: “Las investigaciones de carácter radiestésico llevadas a cabo por don Valentín Armando King (...) han arrojado un saldo halagüeño dentro de las condiciones poco favorables de la región estudiada”; precisando más adelante que “en las actuales circunstancias, las investigaciones arriba señaladas dan varias reservas capaces de producir el mínimo de 50.000 litros diarios, mientras se indican otros puntos más o menos distantes de la población donde el caudal probable ha sido estimado en alrededor de 10 metros cúbicos por hora” (11).
En el decreto anterior se citan antecedentes de King trabajando para otro organismo oficial de carácter nacional quizá para acallar algunas voces molestas por la decisión. A partir de mediados de los años 40’ el Estado Nacional argentino decidió construir una serie de aeropuertos militares, respondiendo a hipótesis de conflicto con países limítrofes. Teniendo en cuenta que el elemento imprescindible era el agua, la Dirección General de Infraestructura del Ministerio de Aeronáutica firmó varios contratos con King. Uno de ellos fue el D/55/951 firmado en Buenos Aires, el 26 de noviembre de 1951. En el punto primero puede leerse que “el gobierno contratará los servicios profesionales del contratista [Valentín A. King], quien actuará en su carácter de radio perceptor con el objeto de localizar napas acuíferas hasta en 100 zonas del país”, incluyendo remuneraciones proporcionales a la capacidad, medida en litros de agua por hora, de cada pozo. Sin dudas que el término “radio perceptor” resultaba un eufemismo que debió ser necesario para lograr la aceptación del contrato en niveles superiores de decisión.
La tarea consistía en sobrevolar las zonas designadas con un avión militar de exploración Huaco, que tenía la particularidad de poder avanzar a muy baja velocidad. Desde el aire se hacía la primera aproximación con la varilla, para después aterrizar y marcar con precisión el sitio donde debía perforarse. En el punto 8 del contrato se especificaba que King “asume la obligación de no transmitir ni divulgar en publicaciones o conferencias, ninguno de los trabajos que por el presente contrato le encomienda la Dirección General de Infraestructura de Aeronáutica”. Esta imposición debió estar fundamentada no sólo en el secreto militar necesario de la operación, sino también para prevenir posibles escándalos ante la divulgación de las técnicas poco ortodoxas utilizadas.
King era muy preciso y confiable. Trabajó muchos años al servicio del Gobierno Nacional y siempre fueron acertadas sus indicaciones, de manera que nunca hizo falta ejecutar el punto 9 del contrato, que preveía que “si efectuadas las perforaciones, de acuerdo a los informes presentados por el contratista, el gobierno comprobara un error desfavorable en el 50 % de los casos, podrá el mismo rescindir el presente contrato sin que el contratista tenga derecho a indemnización alguna”.
Los últimos años
King falleció hace muy poco, en noviembre de 2002, después de haber cumplido los 100 años. En su ancianidad se fue liberando poco a poco de las rígidas reglas que la radiestesia recomendaba. Fue entendiendo que el verdadero misterio dormía adentro suyo; por eso su última varilla la había construido con dos agujas de tejer de su esposa, aisladas con material plástico termocontraíble utilizado en instalaciones eléctricas domiciliarias y atadas con hilo de algodón común.
Cuando decidió jubilarse como Administrador de Empresas, en 1982, ya los vaivenes económicos habían licuado sus pocos ahorros, debiendo colaborar sus hijos para que no pasara necesidades. Un día decidió también “jubilarse” de radiestesista. Rubén sospecha que esa decisión se pudo deber a una pérdida de seguridad en sus capacidades a raíz de una demencia precoz que avanzaba inexorable; también se sentía solo, olvidado por quienes debían investigarlo y homenajearlo. Poco a poco fue regalando sus péndulos y sus testigos. También regaló libros y quemó recortes periodísticos, cartas y hasta el plano petrolero de su provincia, aquel que había ayudado a confeccionar junto al capitán Boothby en su juventud, y por el que nadie se había querido interesar desde entonces.
Reflexiones finales
La radiestesia comparte con el resto de la parapsicología algunas características fundamentales, como son la falta de una teoría explicativa y un interés por parte de la ciencia oficial que fue disminuyendo a lo largo del siglo XX, en la misma medida que mermaban los grandes dotados.
Algunos ejemplos pueden avalar esta última afirmación. Una crónica del 2° Congreso Internacional de Investigaciones Psíquicas de Varsovia, realizado en 1923, destaca que “los participantes tuvieron a su disposición durante la semana del Congreso no menos de cuatro mediums de materializaciones y dos clarividentes, de manera que hubo novedosas ocasiones para reunir experiencias personales” (12). Por otra parte, “el 27 de marzo de 1913 se celebró en París el 1° Congreso de Rabdomantes organizado por la Sociedad de Psicología Experimental de Francia, con asistencia de delegados del Ministerio de Agricultura. Severamente controlados por esos delegados, y por varios diarios y revistas de París, se llevaron a cabo concursos sobre cavidades subterráneas, metales enterrados, agua subterránea y metales disimulados” (13).
Entrados ya en el siglo XXI es impensable presenciar en la actualidad ese tipo de eventos, ni tampoco cursos de parapsicología como los dictados por Canavesio. ¿Qué ha sido de los grandes dotados como Valentín Armando King? Los escépticos fundamentalistas aseguran que en realidad nunca existieron como tales y que las historias del pasado sólo pudieron construirse en circunstancias de controles laxos o inexistentes. Otros, en cambio, opinan que la seriedad de las fuentes permite aceptar como válidos muchos de los relatos aunque infieren que causas orgánicas, ecológicas o culturales pueden estar influyendo para que hoy no aparezcan personas con esas características.
Ante estas dos hipótesis que nos condenan al inmovilismo, es preferible suponer que los dotados siempre han existido, más allá de los fraudes y simulaciones evidentes, y que en este mismo momento están atemorizados o desorientados, escondidos entre cuatro paredes a la espera de hombres o instituciones en quienes poder confiar.
Referencias
1. I. A. P. Actividades año 1957. Folleto. Pág. 1.
2. Canavesio, O. Historia Metapsíquica del Metagnósico (clarividente–telépata) Mister Eric Couternay Luck. Revista Médica de Metapsíquica. Año 2 N° 1. Enero–febrero–marzo 1948. Pp. 13–52.
3. Gimeno, J. Enrique Marchesini, el Clarividente Diplomado. E-Boletín Psi V 1 Nº 4. Enero 2007.
4. Parra, A. Historia de la Parapsicología en la Argentina. 2° Edición. 1993. Ediciones Históricas Monográficas Argentinas. Buenos Aires. Pág. 35.
5. Parra, A. Op. Cit. 1993. Ilustraciones y Fotografías. Pág. 105.
6. Canavesio, O. La Utilización de la Radiestesia (Rabdomancia) por los Gobiernos Argentinos. Revista Médica de Metapsíquica. Año 2 N° 2 y 3. Mayo a Diciembre 1948. Pág. 144.
7. Canavesio, O. Electroencefalograma en los Estados Metapsíquicos. Tesis Doctoral. Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba. Argentina. 1951. Pág. 42.
8. Canavesio, O. Op. Cit. Mayo a Diciembre 1948. Pág. 141.
9. Read, P. ¡Viven! La Tragedia de los Andes. Noguer, Barcelona, 62° Edición. 1975. Pág. 91.
10. Canavesio, O. Op. Cit. Mayo a Diciembre 1948. Pág. 145.
11. Diario La Capital. Rosario. 5 de enero de 1949.
12. Schrenck–Notzing, A. Problemas Básicos de la Parapsicología. Troquel. Buenos Aires. 1966. Pág. 193.
13. Duclout. J. Radiestesia. Buenos Aires. 2° Edición. 1942.