Osvaldo Fidanza, un médium de efectos físicos en la Argentina metapsíquica. Juan Gimeno - 2000 - Parapsicología de Investigación

Aportando una luz en el camino paranormal
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Osvaldo Fidanza, un médium de efectos físicos en la Argentina metapsíquica. Juan Gimeno - 2000


Atardece en Buenos Aires. Faltan once días para que comience la primavera de 1918. La escena transcurre en la Plaza de la Constitución, en pleno centro de Buenos Aires. Un hombre que ha llegado temprano de su viaje en tren, decide tomar una taza de té fuera del hotel donde se hospeda. De pronto, oye que lo llaman desde atrás. Gira su cabeza. Ve alguien que se aproxima entre las sombras de los árboles y que lo llama otra vez. Espera, creyendo reconocer algún amigo, pero lo que recibe es una puñalada directa al corazón. Mientras el agresor escapa, él cae herido entre los canteros de flores y es socorrido por los transeúntes. Sin embargo, ésa no va a ser su última noche. Una mano invisible quiere que entre el puñal y el corazón se interponga aquel espejito con fondo de latón que siempre lleva en el bolsillo de su chaleco. Así la herida de la carne es leve y curará pronto; pero otra herida y otra muerte lo acompañarán de ahora en más: La maravilla que llevaba consigo, ésa que lo hacía dios o demonio, elegido o marginado, según los casos, lo abandonará para siempre.

Los hechos relatados hasta aquí son estrictamente históricos. La víctima fue el médium Osvaldo Fidanza y el acontecimiento dejó interrumpidas una serie de sesiones de efectos físicos en la sociedad espiritista Constancia de Buenos Aires, que tenían por finalidad presentarlo ante un grupo de notables de la capital. Un mes tardó en recuperarse físicamente, pero su ánimo ya no volvió a ser el mismo. Y aunque hizo repetidas promesas de continuar, las sesiones nunca se reanudaron. La agresión sufrida por Fidanza marcó un antes y un después en su vida, ya que a partir de entonces sus capacidades fueron decreciendo hasta desapa­recer. Las últimas sesiones registradas están fechadas, precisamente, en septiembre de 1918; luego se recluyó en su sociedad, y si bien siguió actuando en la comunidad espiritista e intere­sándose por el desarrollo de sus ideas, ya nunca más se tuvo la oportunidad, que algunos creían viable y para eso trabajaron, de poder conmover al menos a algunos científicos de renombre para que su caso fuera estudiado en el contexto académico que merecía.

Introducción

Desde mediados del siglo XIX, la práctica de sesiones para comunicarse con espíritus a través de los mediums se extendió rápidamente, transformándose en un pasatiempo popular durante casi cien años. En ese período abundaron los mediums especialmente dotados para los efectos físicos (ha­bilidades que se resumen en ectoplasmas, materializaciones, aportes y levitaciones o movimien­tos de objetos). Estas personas fueron muy estudiadas por los científicos de la época y hay abun­dante bibliografía que lo testimonia (Aksakoff, 1898; Schrenck-Notzing, 1925).

No tenemos conocimiento de la existencia actual de dotados de efectos físicos. En nuestro país existen referencias notables al médium Osvaldo Fidanza en varios libros argentinos de divulgación parapsicológica de hace pocos años. La cita más reciente la tenemos en Parra, (1999, p.84): “Algunos de los miembros de la Sociedad Espiritista Luz del Porvenir, decidieron realizar experiencias con el médium Osvaldo Fidanza que era conocido en dichos círculos. A partir de 1905, comenzaron a realizarse sesiones formales, las cuales se extendieron durante un año. (...) La sala de sesiones y los controles eran rigurosos. (...) El médium se encontraba en una jaula herméticamente cerrada, pero en ocasiones sucedía que el mismo Fidanza aparecía misteriosamente... fuera de la jaula. En 1918 volvieron a realizarse experiencias en La Plata, a las que asistieron el señor Constancio Vigil, el doctor José Ingenieros y el señor Cosme Mariño”. El libro que lo asiste es Elocuencia de los Hechos (Comisión Directiva Sociedad Luz del Porvenir, 1910) como fuente única hasta hoy de las sesio­nes que protagonizó Fidanza, al que podemos señalar como el único médium de efectos físicos de nuestro país, a excepción de Estela Guerineau, que falleció en 1912 pero de quien se tiene muy poca información (Mariño, 1963).

La Elocuencia De Los Hechos

Elocuencia de los Hechos, un libro ya casi centenario, describe 21 sesiones prota­gonizadas por Osvaldo Fidanza entre noviembre de 1905 y agosto de 1910, las que anteriormen­te habían sido publicadas en forma individual por la revista Constancia. La historia de este texto comienza cuando la sociedad Constancia recibió una invitación desde la ciudad de La Plata para presenciar las sesiones, a las que asistieron Luis Odell y Pedro Serié, mientras que Manuel Frascara se sumó a los comentarios luego de la lectura de los informes.

La única descripción que encontramos del médium es la que intenta Serié al comienzo de su reporte sobre la primera sesión presenciada, cuando dice: “El joven Fidanza actúa en la sociedad desde hace tres años, como médium parlante ó de posesión (semi-consciente), pero antes de esa fecha había revelado alguna mediumnidad de efectos físicos, que desapareció á raíz de algunas sesiones familiares, hasta hace poco, causando agradable sorpresa entre los asocia­dos. Cuenta 19 años, de estatura regular, salud perfecta y complexión robusta, no da la impre­sión de ser nervioso ni sensitivo. Reservado y modesto en su trabajo, se expresa con soltura y sinceridad respecto de los fenómenos que produce, prestándose dócilmente á todas las medidas de control, que á otros quizá parecerían deprimentes”.

La primera sesión que presenció fue la del 9 de diciembre de 1905;  en su comentario destaca que ya se habían realizado otras nueve a las que habían asistido entre ocho y diez miembros de la sociedad, y que en cuatro de ellas los resultados habían sido más efectivos. En referencia a los controles, siempre ocuparon un lugar destacado y se fueron mejorando con el tiempo; comenzaban con la preparación del médium, a quien se le quitaba toda la ropa, se lo revisaba y se le colocaba un traje confeccionado especialmente que semejaba una bolsa. Era de una sola pieza, con una única abertura en la espalda que se cerraba por medio de cordones anudados; de esa forma, exceptuando la cabeza, todas las demás partes del cuerpo quedaban completamente aisladas del exterior. Luego se le ataban piernas y brazos con sogas a un sillón en donde se lo sentaba, y a su vez se lo colocaba dentro de una jaula de alambre tejido, previamente revisada. Tanto los cordones del traje, como las cuerdas y todas las aberturas de la habitación y de la jaula eran aseguradas con bandas de papel, y a su vez lacradas y selladas con anillos u objetos de los visitantes.

Todas las sesiones tenían un patrón más o menos regular, variando solamente en 1a intensidad de los fenómenos conseguidos. Al comienzo se apagaba totalmente la luz o se la reemplazaba por una de color rojo que permitía igualmente distinguir los objetos. Enseguida se escuchaban tres palmadas provenientes del lugar en donde estaba el médium, que servían de presentación (y de despedida al final) de una voz que no parecía ser la del médium y que se autonombraba “director”; dialogaba con los presentes ejerciendo una especie de tarea didáctica con relación a los fundamentos del espiritismo, observaba sobre la importancia de respetar los controles (la jaula fue construida precisamente a instancia suya) y disponía sobre la diagramación de las sesiones, fechas, personas presentes, fenómenos a intentar y cualquier otro detalle organizativo. Simultáneamente se podía escuchar el jadeo del médium debido a su estado de trance, el sonido producido por las cortinas que cubrían la jaula y pasos “marcados y netos, como si el médium caminara y diera vueltas en el interior” . En la mayoría de los casos, al finalizar la sesión, el médium aparecía de pie junto al sillón, manteniéndose siempre intactas las ataduras y también los sellos y lacres. Creemos que la presencia de un mago profesional hubiese garantizado una mayor credibilidad, sobre todo si tenemos en cuenta que este último fenómeno es conocido en los escenarios con el nombre de “escapismo”, si bien con prevenciones y medidas de seguridad completamente diferentes o directamente ausentes.

Era usual que durante la sesión se escuchara, dentro y fuera de la jaula, la caída de objetos variados (aportes) como flores, tallos, conchillas, piedras -en algún caso de hasta un kilogramo de peso-, hojas de papel con inscripciones -a veces en idiomas desconocidos para los presentes-, y diversos elementos metálicos que eran clasificados como “amuletos”. Quizá el mejor fenómeno obtenido desde el punto de vista parapsicológico lo constituya el ocurrido el 4 de octubre de 1906 con la aparición de un pájaro vivo que los presentes pudieron, al acercarse, ver perfectamente aleteando con fuerza contra el alambre para luego desaparecer, dejando “en el interior de la jaula algunas plumas, único y material recuerdo de aquella materialización, la primera pluma encontrada es de color negro metálico y mide 20 cm de largo, parece ser de la cola, y otras doce más pequeñas”.

Si nos remitimos a este texto, creemos estar en presencia de fenómenos de la mayor consideración que desearíamos poder presenciar hoy. Bien sabemos la importancia de la repetibilidad en la práctica científica, ya que no siempre se puede tomar nota de todos los aspec­tos en un momento dado y se necesitan nuevas mediciones para confirmar las predicciones que conlleva la teoría. Todas estas cuestiones eran tenidas en cuenta por los testigos, algunos de los cuales dejaron escritas sus impresiones en el libro que comentamos y que expresan en su mayoría una amplitud conceptual y un escepticismo saludables. Uno de los primeros análisis lo realiza Manuel Frascara, comen­zando por señalar, adecuadamente a nuestro entender, la importancia de los hechos más allá de su génesis: “Me limito á la investigación de los hechos sin pretender ni remotamente asignarles una causa determinada, ni relacionada con lo sobrenatural sino simplemente con lo desconoci­do. Paréceme que la constatación de fenómenos que no se explican con las leyes hasta hoy conocidas, de la vida y de la naturaleza, reviste por sí sola tan trascendental importancia, que no necesita para aumentarla de la hipótesis que podría formularse sobre la causa productora. Ya llegará tiempo para ella”.

Con relación a las condiciones de seguridad, observa que es imposible para Fidanza realizar movimiento alguno; y que aunque se hayan lacrado puertas y ventanas, el no haber procedido igual con las hojas interiores de las mismas permitiría entreabrirlas para el ingreso de personas o la introducción de los aportes; también subraya otra debilidad al destacar que algún miembro puede separarse de la cadena que se hace con las manos, con la complicidad de sus dos vecinos, y así estar libre para producir los fenómenos (debemos destacar que posteriormente se pusieron en práctica sus sugerencias, continuando los fenómenos).

En el otro extremo de la polémica aparece Luis Odell, cuya respuesta a Frascara no puede disimular el malestar ante las críticas. Al comienzo del artículo ubica el origen de sus creencias en la lectura de las obras de Kardec, Flammarion y Figuier, tras lo cual “todo aquel plan del universo me pareció natural (...) y era tal la convicción de mi parte, que por muchísimos años no busqué siquiera la prueba”; y luego de prevenir que “no quiero que se piense que doy demasiada importancia á ese aspecto, el científico, del Espiritismo” (p.40) y de aceptar que “no pueden presentarse los fenómenos de La Plata como ocurridos en condiciones tales que ‘hay que creer o reventar’, sin embargo concede, refiriéndose a Serié, que “como yo para mí mismo, a juzgado él que para sí mismo, las condiciones en que se realizó la sesión eran bastante para llevar á su ánimo la convicción en cuanto al origen de los fenómenos”.

Esta polémica que enriquece el libro, refleja dos posiciones dentro del espiritis­mo, una de ellas en grave peligro de extinción; pero, más en general, pueden representar dos actitudes para enfrentarnos ante la incertidumbre de la vida y de la muerte y de como avanzar en la resolución de los grandes problemas que nos desvelan.

Crónica sobre la Vida de Osvaldo Fidanza

Osvaldo Fidanza nació el 7 de julio de 1883 en Italia y llegó a nuestro país dos años más tarde junto a su madre Diomira y su padre Giuseppe. Primero se establecieron en Buenos Aires, pero pronto se mudaron a Avellaneda, un suburbio industrial de la Capital. Ya en su infancia, tenía la habilidad de mover objetos con su mente, cosa que causaba estupor y desconcierto en sus padres, cuya educación atribuía ese tipo de fenómenos a actividades diabólicas.

A la edad de 14 años, los roces se acrecentaron y la incomprensión lo llevó al punto de sentirse excluido, con la consecuente decisión de abandonar el hogar. En busca de trabajo viajó a la ciudad de La Plata, donde se empleó en una fábrica de zapatos. Allí comenzó una nueva vida, con la determinación de no contar a nadie las cosas que le ocurrían; pero irremedia­blemente los más extraños fenómenos tomaron lugar. Botas, remiendos y botones de toda clase se transformaban en el material adecuado para ser “arrojado” de un lado a otro, causando la consternación y el alboroto de todos los que lo rodeaban. Luego de confesar, según creía, su responsabilidad en los hechos, consiguió la inesperada ayuda de los dueños del negocio, que para entonces cumplían el rol de verdaderos padres. No sabemos si ellos comprendían de tan delicado tema o si la intuición los hizo vincularse con personas enten­didas; lo cierto es que a partir de ese incidente, las personas interesadas empezaron a reunirse alrededor de Fidanza, en pequeños grupos informales durante 4 o 5 años, hasta que finalmente decidieron organizarse.

Durante los primeros años en La Plata, no entendía muy bien las cosas que le pasaban, ni tampoco tenía una doctrina ni una creencia que lo ayudara. Debió familiarizarse y aprender por sí mismo a manejar sus talentos. Por entonces no sólo lograba manifestaciones de psicokinesis, sino también de clarividencia y telepatía. Además fue habilidoso para conseguir estados hipnóticos en quienes lo rodeaban. Pero en la medida que comenzaba a conocer el ambiente espiritista, rápidamente se perfiló como un médium específico de efectos físicos. Sus estudios oficiales alcanzaban el segundo grado primario, cosa común en aquel tiempo, ya que había tenido que trabajar desde niño. De manera que cuando fue a buscar en los libros las respuestas, debió trasformarse en un autodidacta; esas lecturas fueron las que permitieron que sus primeras experiencias no quedaran relegadas a simples juegos de salón, sino que se convirtieran en el principal motivo de su existencia.

Poco a poco, ese primer grupo de participantes que se reunía en casas de familia, comen­zó a nutrirse de profesionales y espiritistas entusiastas que comprendían la importancia de la mediumnidad. En 1902 se fundó la sociedad Luz del Porvenir, que se desarrolló a la sombra de Fidanza, ya que no había otra persona que tuviera capacidades similares a las suyas. De todas formas, las sesiones no se llevaban a cabo con demasiada frecuencia, ya que quedaba exhausto, perdía mucho peso y a veces debía reposar dos o tres días para recuperarse totalmente.

Alrededor de 1912 decidieron comenzar una experiencia de vida comunitaria. El primer problema que debieron afrontar fue el económico. Sin demasiados recursos, algunos llegaron a vender otras propiedades para realizar el proyecto. Al llegar el momento de comprar el terreno, todos le preguntaron a Fidanza cuál debía ser el lugar. Durante varios días caminó sin rumbo fijo, hasta que una mañana sintió como un tirón de orejas que interpretó como la señal esperada para elegir dónde instalarse y comenzar ellos mismos la construcción, que finalmente quedó terminada en 1915. Al principio no era mucha gente la que vivía en la comunidad, sólo cuatro o cinco familias, con un reglamento estricto que repartía proporcionalmente el trabajo y donde todos los niños que nacieran se considerarían hermanos entre sí e hijos de todos. Cada uno debía trabajar de alguna manera, al menos con un empleo afuera, como era el caso de Fidanza. Los jóvenes debían obligatoriamente estudiar y todos tuvie­ron su título universitario. También era obligatorio el trabajo de la huerta y las tareas domésticas en turnos rotativos. Había un consejo de mayores que tomaba las decisiones. Todo estaba muy planificado y funcionaba bien. Con el tiempo y el éxito de la organización, los miembros perma­nentes fueron aumentando, llegando a incluir a los padres de Osvaldo, que después de muchos años de separación aceptaron a su hijo y hasta lo acompañaron en su aventura. También había algunos miembros que asistían durante el día a las sesiones y actividades pero que no vivían allí. Esta forma de organización parece remitirnos al hippismo o a la vida de los primeros cristianos. Efectivamente, aunque la comunidad nunca fue partícipe de la religión organizada, una de las figuras tenidas como referente era precisamente Jesús.

Por supuesto que, además de la vida en común, el objetivo era promover los fenómenos que se producían en las sesiones y difundirlos, incluso fuera del espiritismo. Para ello se organi­zaban reuniones con científicos y personajes influyentes. También hubo algunas aproximaciones a la Facultad de Medicina de Buenos Aires, pero todas esas gestiones terminaron después del atentado. Con respecto a sus causas, además de la firme sospecha sobre la iglesia Católica, la comunidad también desconfió de algunos grupos pseudo-espiritistas que solían engañar a los ingenuos o a los desesperados con falsos fenómenos. Fidanza concurría a sus reuniones, donde veía incontables disparates, hacía preguntas y ponía en evidencia a los organizadores, que de esa manera veían arruinarse su negocio. Después del atentado suspendió toda vinculación con Buenos Aires para proteger su seguridad, y aunque siguió trabajando normalmente en la comu­nidad, sus capacidades fueron mermando paulatinamente hasta desaparecer hacia 1928.

Una vez desarticulada la comunidad, al igual que varios otros miembros, siguió vi­viendo en ese mismo predio hasta su muerte. Allí llevó una vida austera y de recuerdos, trabajan­do su huerta, leyendo, recordando y escribiendo memorias que parecen haberse perdido para siempre, sufriendo una especie de ostracismo interior. También dio vuelo a su gusto por las tradiciones, participando activamente en sociedades gauchescas y construyendo con sus pro­pias manos un rancho, que oficiaba un poco de museo y otro poco de lugar para homenajear a sus amigos. Dentro de ese rancho había preparado un lugar especial para su jaula, la misma que lo contuvo en tantas noches misteriosas, y quizá la única que supiera su verdadero secreto. Dentro de ella se exhibían los innumerables aportes que habían quedado en su poder, como piedras, plantas disecadas, animales embalsamados, metales y elementos de todo tipo, que podían muy bien parecer, a los ojos de algún visitante desprevenido, una extravagante colección de recuerdos de viaje. Y después de todo, ¿qué otra cosa eran esos objetos sino los testigos concretos, aunque no develadores, del más fabuloso de los viajes que cualquier hombre pudiera realizar?

Osvaldo Fidanza falleció el 20 de marzo de 1963 y fue enterrado en el cementerio de La Plata. Hace poco, su sobrina nieta ordenó cremar sus restos, que conserva en su domicilio.

La Revista Anales y las Ultimas Sesiones

La revista Anales apareció mensualmente entre agosto de 1920 y octubre de 1923 y fue el órgano oficial de la sociedad Luz del Porvenir. Citada brevemente por Mariño, “fue una de las mejores revistas que hemos tenido, tanto por los trabajos doctrinarios y científicos cuanto por los grabados que intercalaba en sus columnas” (Mariño 1963, p. 256), en ella escribieron los principales referentes del espiritismo y de la metapsíquica locales y de los países que en ese momento lideraban las investigaciones en el mundo. Pero seguramente los principales objetivos fueron la divulgación de las sesiones que tenían por prota­gonista a Osvaldo Fidanza, la publicación de las fotografías que allí se obtenían, del médium y de los aportes conseguidos, y los análisis y discusiones que se suscitaban a su alrededor.

De su lectura no surgen nuevos fenómenos que describir. Lo que no deja de llamar la atención son las condiciones de control conseguidas, que en la revista son detalladas nuevamente y se complementan con lo ya leído en el libro. Después de todo el tiempo transcurrido, nos resulta difícil imaginar otras mejores, que no fueran el médium actuando a plena luz y sin cortinas que lo escondieran de los presentes. En el acta del 12 abril de 1922, por ejemplo, se menciona que el gabinete se armaba en el momento y lugar que designaran los visitantes. Como medida adicional se colocaba “entre el piso de la jaula y el piso del salón, una lona que abarcaba toda la jaula, sobrando por sus cuatro costados” (Anales, 1922, p. 281); se llegó al extremo, risible si no estuviéramos lidiando con misterios de tanta trascendencia, en la sesión del 18 de junio de 1923, donde la misma entidad que hablaba a través del médium “hace presente que las precauciones adoptadas para sacar la fotografía son deficientes, por lo que invita a colocar delante del gabinete el objeto que se desee y se saque fotografía. Tal objeto servirá para demostrar que, si sale en la placa que se impresione, ésta no ha sido impresionada antes”.

Entre los asistentes a las que serían las últimas sesiones, estaban como siempre los miem­bros de la sociedad, pero también algunos invitados especiales que después iban a opinar en la misma revista. De Manuel Frascara, el gran crítico de las sesiones anteriores a 1910, no pode­mos esperar ningún comentario, ya que lamentablemente fallece en forma inesperada y repenti­na en agosto de 1920. Sin embargo, su opinión quedó expresada dramáticamente en la revista al aparecer su firma avalando las actas de las sesiones del 12 de abril y del 18 de junio, ésta última también con Serié y Odell, entre otros. Después de leer las estrictas condiciones que exigió una década antes para los hechos de La Plata, aún sin haberlos podido presenciar, parecería que su sola firma sirviera para garantizar la autenticidad de lo que pudo ver después. Tampoco el resto de los comentaristas ponen el acento en la veracidad de lo observado, tema que parece haber quedado resuelto, sino más bien se asoman a una segunda y más compleja discusión, como era el origen y la naturaleza de las causas productoras. Luis Odell no duda en opinar que los fenóme­nos físicos “trascienden la mera prueba de la existencia de Inteligencias Invisibles, y le abren un campo de estudio de una nueva ciencia, que superará en importancia a la física y química actua­les como el Espíritu supera a la materia”.

Pedro Serié no se muestra tan entusiasmado con los resultados y se pregunta amarga­mente: “Entre los firmantes de las actas, ¿cuántos se convencieron, no digamos de la supervi­vencia -lo que sería mucho pretender- sino de la existencia de una fuerza inteligente y autóno­ma?”, para contestarse enseguida que “los fenómenos físicos, por más estupendos que sean, no pueden ser justamente apreciados por las mentes desprovistas de nociones previas (...). Al novi­cio no se le ocurrirá pensar en la intervención de seres incorpóreos, de existencia muy problemá­tica, sino, lógicamente, en la de elementos humanos y de fuerzas naturales” (Serié, 1921, p. 157). Parece que por aquellos tiempos, la navaja de Occam ya pendía sobre las cabezas de “novicios y mentes desprovistas de nociones previas”, para preocupación de los espiritistas. Creemos que la idea más acertada fue la de Antonio Herrero, uno de los asistentes más cercanos a la sociedad aunque alejado del dogma, proponiendo “designar una comisión de personas capacitadas, independientes y de responsabilidad moral e intelectual, a fin de que organizaran la celebración de algunas sesiones, tomando previamente las medidas y garantías necesarias para poder certificar su autenticidad, y reuniesen, además, todos los datos y antecedentes que permitieran formarse un juicio lo más exacto posible respecto a la naturaleza y resultados de estos experimentos”.

Pero como una mueca del destino, después de veinte años de preguntarse el por qué de todo lo que le ocurría, y cuando parecía que las personas e instituciones que mejor podían ayudarlo estaban comenzando a prestarle atención, aquel cuchillazo clausuró definitivamente sus diferencias con la inmensa mayoría de los humanos y ya nunca más protagonizaría ninguna sesión. Comenzaba entonces para él una nueva vida.

Comentarios Finales

Recuérdese que la parapsicología puede considerarse científica al menos por el método empleado en sus investigaciones. Citemos, por ejemplo, a la supervivencia después de la muerte. Este problema demanda que no es plausible de ser analizada científicamente y que permanece como objeto de estudio de la metafísica. Sin embargo, para la afirmación de una comunicación post mortem bastará con examinar el motivo de semejante declaración, si es sólo el fruto de un deseo o está basado en alguna experiencia, para luego buscar las pruebas corres­pondientes. Si éstas no se encuentran, se probará que la pretendida comunicación no se produjo, al menos para el momento, el lugar y las condiciones en que se realizó la investigación. Se puede simplificar la respuesta diciendo solamente: “No existe la supervivencia”, aunque deben tenerse en cuenta las reservas de las generalizaciones negativas, ya que no podemos obtener pruebas absolutas. Además no se debe olvidar que ante el perfeccionamiento de las formas de exploración, debe repetirse la pregunta. Por otro lado, en el caso de una respuesta afirmativa, la fe será desplazada por la certeza porque entonces todo el peso de la declaración recaerá sobre las pruebas.

Osvaldo Fidanza nos da un ejemplo de este proceder en la que tal vez haya sido su última aparición pública. En el año 1956, en el espiritismo argentino se desencadenó una dura polémica en relación a la propuesta del director de La Idea, revista de laConfederación Espiritista Argentina, Naúm Kreiman, al plantear a las instituciones adheridas la realización de experiencias de identificación espírita. La mayoría de los médiums de incorpora­ción estuvieron en desacuerdo, pero la propuesta era a todas luces saludable, ya que si el que dice venir del otro mundo a hablar por la boca de un médium no puede certificar cuales fueron las circunstancias de su vida y de su muerte, se puede presumir que el médium está produciendo, consciente o inconscientemente, una dramatización fraudulenta. Así planteada la discusión, Fidanza envía una carta a la revista defendiendo claramente la posición del director: “La inicia­tiva no puede ni debe inquietarle y mucho menos zaherirle, pues -confesémoslo honestamente- ­nadie, ni los mediums ni los concurrentes, ni los experimentadores, deben rehuir todo control bien intencionado en homenaje a la verdad, a la ciencia y sobre todo, más que todo, al espiritis­mo (...). La mediumnidad hay que ejercerla amplia y libremente, sin temor a las ‘identificacio­nes', si no se quiere ser sospechado de embaucadores, hechiceros u obsesionados” (Fidanza 1956, p. 105). Estos párrafos, que probablemente hayan sido los últimos por él publicados y que de alguna manera hacen las veces de testamento intelectual, muestran claramente a un defensor a la vez del espiritismo y del método experimental, una posición actualmente casi desconocida y que mucho ayudaría al siempre demorado abrazo entre la parapsicología y el espiritismo. Agrega­mos que en ese mismo año, J. Ricardo Musso (1956), en colaboración con Naúm Kreiman, realizaron un experimento exploratorio sobre identificación de personalidades espíritas, sin resultados significativos.

Desde aquellos “locos de La Plata” hasta los actuales parapsicólogos, pretendidamente serios y previsibles, el tema sigue enfrentando a los cautos con los incrédulos extremos, a los que están dispuestos a juzgar con toda seriedad la existencia de los fenómenos paranormales con los que los consideran una mezcla explosiva de errores y creencias. Pero lo lamentable del caso es que, por una multiplicidad de razones, algunas de ellas muy humanas, no se está haciendo frente a la cuestión central. Todos los cuidados y las discusiones son auspiciosas, pero nadie ha dicho qué es lo que aquellos metapsiquistas observaban, qué ocurría verdaderamente con Fidanza dentro de los paneles alambrados de su jaula. Los hechos deben explicarse de un modo u otro y hasta ahora nadie ha sido capaz de hacerlo.

Nada nos impide que sigamos en la búsqueda de talentos como el de Fidanza, esgrimien­do que los informes que poseemos justifican el esfuerzo. Además, aunque resulte decepcionante, debemos remarcar que mientras mayor tiempo transcurra sin la aparición de nuevas pruebas, la hipótesis del fraude se afianzará cada vez más. S. G. Soal, en respuesta a una propuesta experimental de G. R. Price, ha dicho al respecto: “...evidentemente piensa que la percepción extrasensorial podría ser establecida de una vez y para siempre por un experimento inflexible, absolutamente a prueba de fraudes. El extinto Dr. F. C. S. Schiller, filósofo de Oxford, acostum­braba a argüir que tal esperanza era ilusoria. Aún cuando un experimento así fuese posible, encontraríamos que a medida que pasan los años y su recuerdo se pierde en la historia, nuevas dudas comenzarían a brotar acerca de su confiabilidad o de las posibilidades de fraude. Entonces sería necesario otro experimento y las discusiones empezarían de nuevo. Sobre este asunto estoy de acuerdo con Schiller y prefiero un método de acceso completa­mente distinto” (Soal 1956, p. 40). ¿Y si disentimos con Soal y pretendemos la existencia de “fuentes de paranormalidad” para los experimentos, transformando el “de una vez y para siem­pre" en “siempre que se quiera”? ¿O acaso a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, no se disponía casi a voluntad de personas con capacidades extraordinarias? Revisando una vieja cró­nica del Segundo Congreso Internacional de Investigaciones Psíquicas de Varsovia de 1923, podemos leer: “Los participantes tuvieron a su disposición durante la semana del congreso, no menos de cuatro mediums de materializaciones y dos clarividentes, de manera que hubo nume­rosas ocasiones para reunir experiencias personales” ( Schrenck-Notzing, 1966, p. 193). ¿Qué ha ocurrido desde ese período, que auguraba resultados a corto plazo, hasta el presente? ¿Quién puede contestar por qué hoy carecemos de mediums de efecto fisico? Estas son algunas de las preguntas que debernos hacernos para salir del laberinto en que nos encontramos. Albergamos la esperanza que estas preguntas puedan algún dia ser respondidas, y sino que al menos puedan plantearse en mejores términos y con mayor decisión y valentía.
El médium Osvaldo Fidanza
Posición del médium dentro de su jaula, para evitar fraudes
Referencias

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[ANALES] (1922). Fenómenos de aportes en La Plata. Anales, 27 y 28, 279-283.
[ANALES] (1923). Fenómenos trascendentales. Anales, 33 y 34, 366-368.
COMIS. DIRECTIVA SOCIEDAD LUZ DEL PORVENIR (1910). Elocuencia de los hechos. La Plata: Luz del Porvenir Editor.
FIIDANZA, 0. (1956).Identificación de los Espíritus. La Idea, p. 385.
HERRERO, A. (1921). Sobre la supervivencia y las fuerzas ocultas. Anales, 9, 166-169.
MARIÑO, C. (1963). El espiritismo en la Argentina. Buenos Aires: Constancia.
MUSSO, J. R. (1956). Experiencias con médiums en trance. Revista de Parapsicología, 2(1). 3 -12.
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SCHRENCK-NOTZING, A. F. (1925). Les phenomenes physiques de la mediumnité. Paris: Payot.
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SERIÉ, P. (1921). Los fenómenos fisicos ante los profanos. Anales, 9, 155-158.
SOAL, S. (1956). Diatriba basada en suposiciones infundadas. Réplica. Revista de Parapsicología, 1(3/4), 35-41.

Los autores desean agradecer muy especialmente a la sobrina nieta de Osvaldo Fidanza, la señora Marta Fidanza, que gentilmente ofreció sus testimonios, nos obsequió una copia de los ejemplares de la revista Anales y colaboró en cuanto pudo para la divulgación de estos hechos. Investigadores en parapsicología. Miembros del Instituto de Psicología Paranormal
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