Mischa Cotlar, un hombre desmesurado. Juan Gimeno – 2008 - Parapsicología de Investigación

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Mischa Cotlar, un hombre desmesurado. Juan Gimeno – 2008
Mischa Cotlar


MISCHA COTLAR, UN HOMBRE DESMESURADO

Durante los entretelones que acompañaron la elección del último rector en la Universidad de Buenos Aires, su principal candidato y a la postre vencedor, Rubén Hallú, había declarado en rueda informal de prensa que su objetivo fundamental era que cada alumno, al momento de terminar su carrera, hubiera leído al menos un libro. Ante la réplica de los periodistas, de que para graduarse era imprescindible leer no sólo uno sino muchos libros, disparó la respuesta que encerraba un profundo diagnóstico: “En realidad me refiero a que hayan leído al menos un libro, pero que no sea de la carrera que eligieron. Conozco muy pocos estudiantes en esas condiciones”.

El predominio de las divisiones estancas entre ciencias sociales y exactas, y entre éstas y la ética, no van más allá de unas pocas décadas. La época dorada de la universidad finalizó bruscamente en 1966, durante la llamada Noche de los Bastones Largos, en que un gobierno de facto desalojó por la fuerza los claustros, obligando a una generación de profesores a sufrir exilios internos y externos. Uno de ellos fue Mischa Cotlar, quien refiriéndose a su paso por el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Cuyo, evocaba la vida cotidiana junto a sus pares: “Fuimos todos a parar a la casa de Ricabarra, que era muy grande. Nos dedicábamos a investigar y a cuidar a los becarios, era realmente muy lindo. Teníamos distribuidas las tareas de la casa, lavar los platos y ese tipo de cosas, y después de cenar nos íbamos a leer libros no necesariamente matemáticos, como Erich Fromm, Sartre y otros. Varsavsky, que era medio dictador, comandaba esas cosas” (1).

Mischa Cotlar falleció en enero de 2007, a los 94 años. Fue uno de los matemáticos más admirado del mundo, y su carácter inquisitivo lo llevó a interesarse en múltiples asuntos, algunos insospechados para un científico del siglo XXI que desee conservar el respeto de sus colegas. Se movió libremente entre el arte y la ciencia, desde los derechos humanos hasta el esoterismo, fue testigo y actor en la producción de ostensibles fenómenos hoy llamados paranormales, y también fue entusiasta consejero y acompañante de los fundadores de la parapsicología argentina. Pero para llegar a lo más oscuro del bosque será prudente antes merodear sus zonas mejor iluminadas.

Las modestas matemáticas

La anécdota la recuerdan todavía sus amigos. Alguna vez Cotlar comenzó una campaña internacional para premiar al más destacado matemático de cada año, ya que entre los Nobel no existía tal categoría. De a poco fue resolviendo los problemas de financiamiento, el jurado, los sistemas de selección; el gran rompecabezas se iba armando de acuerdo a lo esperado. Hasta que cuando todo parecía encaminado al éxito, inesperadamente, su organizador desactivó las gestiones dejando el proyecto archivado. Esta actitud al principio resultó incomprensible para sus colegas; pero pronto, como buenos matemáticos, resolvieron el enigma, que no tenía que ver con números precisamente. Lo que había ocurrido era que, dando por sentada la pronta entrega del nuevo premio, se había comenzado a especular sobre quién sería el elegido, y todos coincidían que debía ser su principal propulsor.

La historia de aquella frustración sirve para destacar dos de las principales cualidades de Cotlar. En primer lugar su extraordinaria capacidad, que hizo decir a otro gran matemático argentino, Alberto Calderón, con motivo de su incorporación a la Academia Nacional de Ciencias Exactas: “Sus contribuciones son en su mayor parte en el área del Análisis, y se refieren a una amplia variedad de capítulos de esta disciplina, tales como Teoría de Reticulados, Teoría de Grupos Semiordenados, Teoría de Integración, Teoría Ergódica, Álgebras de Bonach, Familias Normales de Funciones, Teoría del Potencial, Núcleos de Töeplits y muchos más… El trabajo matemático del Dr. Cotlar tiene características singulares. Una es su penetración, que hace aflorar las profundas raíces y motivaciones de teoremas y teorías. La otra es la visión, que descubre vínculos y relaciones insospechadas entre temas aparentemente desconectados. Es por esas características, creo, que sus trabajos tienen un marcado valor de ensayos filosóficos” (2). Pero además siempre se destacó sobre todo por su legendaria modestia. Otra de las anécdotas que se cuentan valdrá como ejemplo: “Cuando le ofrecieron una cátedra en la Facultad de Ciencias Exactas, Mischa se quejó porque consideró que el salario era excesivo. El decano, José Babini, cortó toda discusión con estas palabras: ‘Mischa, ¿no le da vergüenza, a usted que es un hombre de ideas filosóficas, estar discutiendo asuntos de dinero?’” (3).

Cotlar nació en Ucrania, y llegó a Uruguay en 1928. A pesar de tener 15 años y haber sólo cursado el primer grado de la escuela primaria, resolvía teoremas harto complejos con inaudita facilidad; por las noches se ganaba la vida tocando el piano en los hoteles del puerto de Montevideo. En 1935 se radicó en Buenos Aires, donde comenzó a dar clases particulares y a ser reconocido por los principales matemáticos de entonces, trabando amistad sobre todo con Manuel Sadosky y su esposa Cora Ratto. Hacia 1951, cuando ya llevaba publicados 27 artículos fue admitido en la Unión Matemática Argentina, aunque sin poder ejercer como profesor universitario por carecer de título habilitante. Pronto se le otorgó una beca y 2 años después volvió al país con un doctorado de la Universidad de Chicago. Se lo designó director del Instituto de Matemáticas en la Universidad de Cuyo hasta 1956, y luego de un breve paso por la Universidad de La Plata fue designado profesor en la Universidad de Buenos Aires. Después del golpe militar de 1966 fue profesor en la Universidad de la República, en Montevideo, y en la Universidad de Rutgers, en EE.UU., llegando finalmente en 1971 a la Universidad Central de Venezuela. Poco después volvió a La Plata, pero en 1974 debió radicarse definitivamente en Venezuela, junto a otros matemáticos argentinos.

Durante su vida recibió innumerables reconocimientos. Cuando cumplió 75 años, famosos matemáticos de EE.UU., Israel, Rusia, Europa y América Latina lo homenajearon editando un libro con todos sus trabajos publicados, incluyendo una biografía escrita por Daniel Goldstein (4). En mayo de 2006, cuando ya había sido nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires, publicado 8 libros de Análisis Matemático y cerca de 100 artículos, debió ruborizar al periodista que le preguntaba: “Dígame Mischa…¿continúa investigando en matemáticas?”. “No, doy algunas charlas –fue la inesperada respuesta– yo soy un matemático muy modesto, ni siquiera un matemático: un estudiante de matemáticas” (5).

Las perseguidas ciencias sociales

El último reconocimiento que recibió fue el premio Senador Domingo Faustino Sarmiento, entregado en el Congreso de la Nación en abril de 2006. El único motivo para asistir fue aprovechar la oportunidad de que su discurso de agradecimiento pudiera tener una difusión mayor que la que habitualmente se le otorgaba a sus palabras. Quería hablar de la necesaria unidad entre la ciencia y la ética, a favor del desarme internacional: “Pensar que aún hoy, a principios del siglo XXI, muchas personas de gran inteligencia y bien intencionadas creen que la ética exige que todo ciudadano debe obedecer ciegamente a su gobierno y que puede glorificar a su país matando a seres vivientes del país enemigo, y hoy día no son muchos los que se preocupan por el hecho que la ciencia se use en proyectos que ponen en peligro la vida de la Tierra”. (6)

Es imposible referirse a su actuación pública sin detenerse en este aspecto, que muchos tratan de esconder bajo de una montaña de derivadas e integrales. Era difícil escucharlo hablar de política, y más aún criticando a alguien; sin embargo tenía sus principios firmes, y vivió y actuó de manera de no traicionarlos nunca. Un método para descifrar sus mudanzas es relacionarlas con situaciones locales que lo decidían, o lo obligaban, a cambiar de lugar de residencia. La intolerancia política fue la que provocó en 1952 su llegada a Cuyo, y luego su partida en 1956. En 1966 decidió alejarse del país tras el golpe de estado; y en 1974 debió escaparse ante las acechanzas del grupo paramilitar AAA: “La asociación de Mischa con grupos preocupados por el papel ético del científico en la sociedad y su conexión con movimientos pacifistas producen el allanamiento de una casa de campo perteneciente a Yanny (7) y que había sido usada por amigos para esconderse mientras preparaban viaje desde Argentina hacia otros países. De allí salen, entre otros, Daniel Goldstein y Cora Sadosky, entrañables amigos de los Cotlar, quienes abandonan Argentina, perseguidos, y viajan hasta Caracas, tras Mischa y Yanny” (8). Junto a Cora Sadosky, en 1965, había fundado la revista Columna 10, desde donde se denunciaban crímenes de guerra, los efectos ya previsibles de la deforestación y violaciones a los derechos humanos.

Cotlar también fue amigo de Bertrand Russell, y miembro activo del Tribunal que llevó el nombre del famoso filósofo, que sesionó en Estocolmo en 1967. Hasta puede agregarse que su último retorno al país, después de casi 30 años de estar radicado en Venezuela, fue por la misma causa que su primera partida de Buenos Aires en 1952: las autoridades exigían adhesión al partido gobernante a cambio de los recursos necesarios para seguir investigando. Su último esfuerzo fue la creación del Proyecto para la Preservación de la Unidad Ciencia-Ética (PPUCE), inaugurado el 28 de setiembre de 2005 en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Córdoba, desde donde se instaba a los científicos de todo el planeta a no colaborar con la cada vez más sofisticada industria bélica.

Llegado hasta aquí, cualquier lector medianamente informado podría etiquetarlo como un intelectual de izquierda, especie hoy en vías (o en peligro, según cómo se lo mire) de extinción; y siguiendo un poco más, suponerlo enrolado en alguna ideología revolucionaria materialista. Sin embargo, si bien parece acertada la primera definición, el origen de esa postura habrá que buscarlo en regiones poco frecuentadas hoy en día por los intelectuales de izquierda. En el mismo discurso del Congreso de la Nación lo precisó con todas las letras: “Voy a referirme a un aspecto de la matemática que desde mi juventud más me atrajo hacia ella, que suele llamarse el aspecto pitagórico-platónico de la matemática. Y que más tarde fui sorprendido por la similitud de estas ideas con los principios de los Upanishads y el budismo”; y más adelante, citando a otro gigante del siglo XX, decía: “El conocimiento de Einstein del budismo, impulsado por las filosofías de Spinoza y Schopenhauer era tal vez deficiente y a veces equivocado, pero él señaló un hecho de importancia fundamental: ‘el objetivo de la matemática o de la física es el mismo que el de la Ética pero con aplicaciones a campos diferentes’ (…) Es interesante que sus ideas se acercan mucho a las del budismo en la interpretación que le dieron Krishnamurti y el físico David Bohm” (9).

Este acercamiento no fue sólo fruto de lecturas ocasionales o descontracturantes. Entre 1949 y 1950 escribió 3 artículos en la revista Sophia de Buenos Aires, divulgando la filosofía de Krishnamurti. En uno de ellos aseguraba que “las enseñanzas de Krishnamurti reúnen las condiciones de sencillez y claridad que corresponden a la Verdad. No establece técnicas que conduzcan al conocimiento de la vida, que es felicidad, más bien señala las causas que la impiden”. Más adelante se puede encontrar tal vez el origen de una larga trayectoria que culminó en el discurso del Congreso de la Nación: “La falta de claridad se manifiesta en la dualidad del pensamiento y de la acción que es una forma de entender el mundo, originada por nuestra estructura interna. Muchos hechos de la vida –así como también en la ciencia– tienden a formar las ideas de la Unidad, y un conocimiento profundo, intelectual y vital, lleva al hombre a la comprensión de la unidad subyacente en la aparente diversidad. El fruto de esta conciencia de la unidad nos libera automáticamente de la competencia, de la crueldad, y de las consecuencias lógicas e inevitables, que son las guerras y todos los males sociales (10). En otro de los artículos –donde el editor destaca, por si hiciera falta, que “el autor es docente del Instituto de Matemáticas de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires”–, luego de algunas consideraciones, avanza sobre la teoría de la reencarnación: “En un aspecto superior es evidente que la Reencarnación expresa justamente la ley del ciclo, complementado por la explicación del sentido de la vida, a través del desarrollo conciente, descripto más arriba. Y es de lamentar que una idea tan clara como la de la reencarnación sea tan mal interpretada” (11).

Fueron encontradas otras dos referencias, que curiosamente lo ligan a Naum Kreiman. Cuenta el parapsicólogo en uno de sus libros, que por el año 1943 concurrió “algún tiempo a la Sociedad Teosófica Argentina”, y que descubrió “los libros de Krishnamurti que me atrajeron bastante y con los cuales en principio me parecería estar de acuerdo”; después relata que un día se encontró “en la biblioteca con el Dr. Mischa Cotlar, un conocido matemático, profesor de la U.B.A., que tenía inclinaciones ocultistas. Pero por lo que pude conversar con él, sabía ubicar perfectamente sus inclinaciones ocultistas por un lado, y la ciencia matemática por el otro. No mezclaba” (12). Veinte años después, en junio de 1963, siendo Kreiman presidente del Ateneo de Buenos Aires, volvían a encontrarse. Durante todos los jueves de ese mes se desarrolló allí un ciclo titulado El Pensamiento de Krishnamurti. El día 4 Kreiman habló sobre El Método de Krishnamurti; y 2 semanas después Cotlar abordó el tema Krishnamurti y el Pensar Negativo. Por último, consultando la página Web de la Fundación Krishnamurti es posible enterarse que Cotlar fue su delegado en Argentina entre los años 1973 y 1974, tarea que debió interrumpir a raíz de su abrupta salida del país.

En lo Más Oscuro del Bosque

Cotlar solía recordar que había viajado desde Montevideo a Buenos Aires, en 1935, en el mismo barco que Krishnamurti. Esto permite asegurar, siguiendo la gira sudamericana del ex mesías de la Sociedad Teosófica, que la llegada se produjo el 12 de julio en el vapor American Legion. Los esperaba una ciudad convulsionada y dividida ante la visita del conferencista: “La junta central de la Acción Católica Argentina dirigió una nota al director general de Correos y Telégrafos solicitándole se le impidiese hablar por las estaciones radiodifusoras. Su mensaje era considerado disolvente y peligroso para las sanas costumbres nacionales”; mientras que “el diario La Vanguardia, bajo el título, ‘Insolencia de los Nazis Alemanes’ dice lo siguiente: ‘Quisiéramos informar de la persecución contra Krishnamurti, organizada no ya por los reaccionarios argentinos, sino por nazis de la colectividad alemana. La asamblea de los ‘furhers’ decidió que el predicador hindú era judío, y que por lo tanto había que considerarlo ‘un peligro público’” (13). Las barricadas de la inminente Segunda Guerra Mundial ya comenzaban a poblarse.

¿Se habrá producido algún encuentro durante el breve trayecto, entre aquel matemático aficionado de 22 años y el célebre líder espiritual? Probablemente no, aunque es sugestivo imaginar una conversación privada entre ambos. ¿Cotlar ya adheriría a su filosofía? Es cierto que aún faltaban 14 años para los artículos de Sophia, pero la semilla ya había sido plantada poco antes. En el verano de 1934 Cotlar viajó a Punta del Este para trabajar como pianista (14). El matemático uruguayo Rafael Laguardia, velando por la economía de su alumno, había conseguido que fuera contratado por la orquesta del hotel British. Durante la temporada, una enfermedad obligó al violinista a dejar su puesto, de manera que el director de la orquesta debió invitar a otro músico para reemplazarlo. Éste aceptó y comunicó la fecha que llegaría su barco para que fueran a esperarlo. En el telegrama agregaba una extraña posdata: “Saludos al pianista”, frase incomprensible ya que Cotlar no lo conocía.

Fue a recibirlo con la única referencia de que vendría con un violín debajo del brazo. Mientras esperaba que el barco terminara de amarrar, distraído, rodeado de gente apiñada sobre el muelle, llamó su atención una persona que desde la cubierta lo saludaba con alegría. Primero creyó que lo confundía, pero al bajar a tierra pudo verle el violín y así reconocerlo. El recién llegado lo abrazó como a un viejo amigo, y a modo de presentación le dijo que venía por él y por otros. En el viaje hasta el hotel, si bien sintieron una mutua simpatía, comenzó a dudar del buen juicio de su nuevo compañero, ya que le hablaba de cosas ininteligibles. A los 20 años, para él no había más misterios que la música y las matemáticas. Durante la noche ambos se ganaban la vida tocando en la orquesta, y por el día el violinista intentaba iniciarlo en “materias misteriosas”. Al principio se resistía a entrar a ese nuevo mundo, pero no sólo lo trataba de convencer con argumentos sino que certificaba sus palabras con prodigios.

Una tarde estaban sentados a la sombra de un árbol, en una plaza. Después de que alguien pasara delante de ellos, el violinista le dijo: “Mirá como hago que esa persona se dé vuelta”, e inmediatamente el aludido giró compulsivamente la cabeza para luego seguir su camino. En otra ocasión, al ver caminando a cierta distancia a un conocido, hizo que se tropezara sin ningún motivo aparente. Cuando Cotlar se quedaba solo, su mente matemática buscaba hipótesis normales para entender la extravagante conducta: ¿Loco? ¿Ilusionista? ¿Hipnotizador? ¿Tramposo? pero nada podía explicar lo que venía presenciando.

Durante otro paseo encontraron un perro mal herido, a punto de morir. El violinista lo levantó y lo llevó a la pensión. Esa noche se despertó al escuchar un terrible aullido en la habitación contigua. Como no ocurrió más nada se durmió pensando que el animal había acabado de morir. Sin embargo a la mañana siguiente lo pudo ver sano y jugando, como si nunca le hubiese pasado nada: se había curado en una sola noche. Las maravillas continuaron, como aquel mediodía que, antes de ir juntos a la playa, el violinista le dijo: “Yo me adelanto. Vos escribí un número y una palabra en un papel, guardalo bien en tu habitación, cerrá con llave y alcanzame”. Después de hacer lo que le indicó estuvieron un rato largo bañándose en el mar. Más tarde, mientras tomaban sol y descansaban, el violinista tomó con su mano el dedo índice de su compañero, y escribió en la arena blanca el número y la palabra que Cotlar ya casi había olvidado.

Finalmente las evidencias terminaron por acorralarlo. Desde entonces también él comenzó a hacer preguntas. Fue así que se enteró de la existencia de personas especiales, llamadas mediums, de cómo reconocerlos y de secretas instrucciones basadas en técnicas de yoga para desatar y controlar sus habilidades. El nombre del insólito compañero resultó ser César Della Rosa. Había nacido en París en 1901, y después de la Primera Guerra Mundial inició un largo periplo por el Oriente, conociendo a diversos maestros, entre ellos a Sri Ramana Maharishi. Fue miembro de escuelas esotéricas en India, Nepal y Tíbet; de una de ellas adquirió el nombre de iniciado con el que gustaba hacerse conocer: Asuri Kapila.

Desde una perspectiva parapsicológica y aceptando en principio estos testimonios, se puede decir que Della Rosa fue uno de los últimos grandes dotados que llegó al Río de la Plata. Este tipo de habilidades pueden considerarse innatas, ya que hasta hoy no se pudo verificar ninguna técnica ni método que las desarrolle, aunque existen casos interesantes en que comienzan a manifestarse a partir de grandes traumatismos físicos o psíquicos. Tal vez la práctica del yoga y los sugestivos ambientes que conoció en su largo recorrido hayan actuado como disparadores de cualidades dormidas.
Della Rosa llegó al Uruguay poco antes de los hechos narrados, con la intensión de crear instituciones que difundieran el budismo y el yoga, ayudándose con personas que tuvieran características similares a las suyas. Hacia esa meta iba dirigido todo el trabajo sobre Cotlar, pero también sobre otros miembros de la orquesta y hasta sobre personas del pueblo con los que trataba de relacionarse. Cuando tuvo un pequeño grupo convencido comenzó con la segunda parte de su plan, que era la organización en su dormitorio de sesiones de mesas parlantes. A la primera de ellas Cotlar se negó a asistir; pero cambió de idea luego del relato que le hiciera su compañero de habitación, el violonchelista León Donstoy.

Una tenue luz roja invadía la sala permitiendo ver con nitidez el rostro de los asistentes, que sentados alrededor de una mesa grande y redonda permanecían en silencio, con las manos apoyadas sobre el tablero. Al poco tiempo Della Rosa caía en una especie de sueño y comenzaban los raps, los efectos luminosos y pequeños movimientos de objetos; hasta que finalmente la mesa levitaba y podían prenderse las luces a pleno, para que no quedara duda de lo que estaba ocurriendo. Solía flotar durante algunos minutos por sobre la cabeza de los presentes, que estaban obligados a ponerse de pie y elevar sus brazos para mantener el contacto; después lentamente descendía.

Las sesiones se repetían cada noche con más éxito. La noticia corría de boca en boca y había muchos que querían “conversar” con la mesa utilizando el método tradicional del alfabeto, aunque no dijera nada nuevo ni se comunicara con nadie conocido; también solían caer, venidos de la nada, papelitos con mensajes. En el pequeño pueblo todos hablaban del “músico–brujo”, hasta que la dueña de la pensión perdió la paciencia y los echó a todos, abortando así las experiencias.
Cuando terminó el verano y se despedían, Cotlar le preguntó si podría repetir las sesiones, a lo que le contestó que sí, siempre que practicase las instrucciones que le dejaba; pero que debía estar atento a cualquier aviso de peligro. De vuelta en Montevideo, pensó mucho en lo que había sucedido; comenzó a leer y a sorprenderse de que muchos, en otros tiempos y lugares, hubieran tenido experiencias similares a la suya.

Al año siguiente volvió a Punta del Este con el mismo trabajo y casi con los mismos compañeros, aunque esa vez el violinista de la orquesta era otro, nada menos que el después famoso Ian Tomasov. Pronto surgió la propuesta de repetir las sesiones, y ante los primeros intentos volvieron a producirse los mismos fenómenos. Cotlar mencionó algunos hechos que le habían llamado especialmente la atención. Como el caso de un fotógrafo que pidió se impresionara una placa que él había sellado deliberadamente, quedando sorprendido de que el fenómeno se produjera. Ante otra solicitud del nuevo violinista, se escucharon sonar las cuerdas de su instrumento mientras permanecía encerrado en su estuche, para aparecer después fuera, sobre la mesa, sin que nadie pudiera notar cómo había ocurrido.

Cotlar trataba de generar pequeñas estrategias que le permitieran entender un poco más. Una mañana se internó solo en un bosque cercano, subió a un árbol y marcó una ramita, de modo de poder identificarla. Durante la sesión de la noche pidió que se la trajeran, y la ramita apareció sobre la mesa. Tal vez el fenómeno más extraordinario fue la aparición de manos que flotaban sin sus cuerpos, con una consistencia y temperatura similar a la de cualquier miembro humano vivo, pudiéndose verlas tocando a los presentes. Uno de ellos, dudando de la autenticidad, o quizá de su sano juicio, se abalanzó y la sujetó fuertemente, sin poder evitar que se desvaneciera lentamente ante sus ojos.

Cada noche, igual que el año anterior, llegaba más gente y los fenómenos se hacían más violentos e ingobernables. En la que sería la última sesión comenzaron a caer papelitos con la leyenda “corten”, pero los asistentes estaban muy excitados y en lo que menos pensaban era en suspender; hasta que en el fondo de la habitación apareció una figura que no podía confundirse con ninguno de los presentes, ya que emitía una luz particular y sus bordes eran vaporosos. Todos se levantaron asustados y corrieron hasta la calle en medio de gritos y ruidos.

Estos relatos siempre resultan revulsivos para el sentido común; y no es para menos, ya que de ser ciertos debería revisarse la vigencia de las principales leyes que gobiernan el Universo. Pero mucho más revulsivos resultarán escuchados de boca de alguien como Mischa Cotlar, ya que deberá desplazarse a un segundo plano la cómoda hipótesis de la fabulación en busca de prestigio. De todas maneras, como acotaría un matemático utilizando una clásica proposición lógica, la seriedad y lucidez del relator es una condición necesaria pero no suficiente para considerar incuestionable la historia.

Desde mediados del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, este tipo de relatos llamaron la atención de una gran cantidad de curiosos en todo el mundo, pero también de científicos. Por supuesto que la primera tarea era separar la paja del trigo, ya que junto a unos pocos casos auténticos se denunciaban muchos otros fraudulentos. Entre los mejor documentados puede mencionarse a Eusapia Palladino, una napolitana que a partir de 1888 realizó sesiones con todos quienes quisieran acercarse a ella. Tal vez los estudios más importantes hayan sido los que se realizaron en el Institut Général Psychologique de París. Fueron en total 43 sesiones, entre 1905 y 1907, a las que asistieron varios destacados sabios europeos, incluyendo algunos premios Nobel como los esposos Curie (Charles Richet, también presente, lo obtendría recién en 1913) y hasta el filósofo Henri Bergson (15).

Por esa misma época pero mucho más cerca de Punta del Este, estaba en su apogeo un médium italiano, radicado en la ciudad de La Plata, que asombraba con la producción de los más variados fenómenos de efectos físicos. Sus demostraciones contaban con la presencia entusiasta de miembros de la ciencia y la intelectualidad porteñas; y probablemente varios de ellos hubieran sido capaces de firmar algún informe favorable, de no ser por el atentado cometido en setiembre de 1918 por un fanático, que lo hirió gravemente interrumpiendo para siempre las demostraciones (16).

El Nacimiento de la parapsicología argentina

A partir de 1935 Cotlar se radicó en Buenos Aires y Della Rosa continuó en Montevideo; a pesar de la distancia siguieron cultivando una intensa amistad. Della Rosa fundaría en la capital uruguaya el Grupo Independiente de Estudios Esotéricos (GIDEE) y la revista La Iniciación, lo mismo que una filial sudamericana de la Orden Martinista francesa. Cotlar acompañó todos estos emprendimientos. En un manuscrito privado de 1942 donde se describe el ritual de inauguración del templo martinista se revela su nombre secreto de iniciado, que era Vyasa. Con esta clave es posible seguir su actividad durante aquellos años, como “delegado martinista en Buenos Aires” (17). En octubre y diciembre de 1942 publica 2 artículos relacionando algunos conceptos y cifras matemáticas con supuestos significados esotéricos (18); también, entre las noticias de setiembre de 1944 de la misma revista, se comenta el éxito obtenido “en una conferencia que dictó Mischa Cotlar sobre Krishnamurti” en la sede del GIDEE de la ciudad de La Plata. La Iniciación dejó de publicarse en 1947, y los demás emprendimientos se fueron debilitando hasta desaparecer entre las clásicas discusiones intestinas y divisiones. Finalmente Della Rosa falleció en agosto de 1955, dejando en funcionamiento el Sri Ramana Ashram, primera escuela de yoga sudamericana.

A pesar de estas hondas incursiones en el mundo de lo oculto, como acertadamente subrayara Kreiman, Cotlar no era hombre de mezclar, ya que pensaba que todo fenómeno podía ser estudiado de manera objetiva, despojado de componentes místicos que lo contaminaran. Consideraba que detrás de las mesas parlantes se escondían conocimientos insospechados, que debían ir develándose no ya (o al menos “no sólo”) con inciertas revelaciones sino con los métodos tradicionales de la ciencia, como la observación y la experimentación.

Siguiendo este camino fundó en La Plata un nuevo grupo con la desacostumbrada particularidad de que todos sus miembros debían tener conocimientos universitarios. Lo único publicado al respecto se le debe al físico José María Feola: “En 1949 existía en La Plata un solo grupo digno de mención. Yo lo he bautizado como el grupo ‘Mischa’, porque, aunque era un grupo de 5 personas con destacados antecedentes, Mischa Cotlar era el alma y virtual director. (...) A Mischa lo acompañaban: Rodolfo Ricabarra (19) y su hermano, quien entonces era un estudiante de Química (20); Alfredo Casey, abogado, escritor, alto y distinguido, irlandés rubio con absoluto dominio del inglés. Casey escribía para La Prensa de los domingos y vino a EE.UU. a entrevistar poetas y escritores y visitar a J.B. Rhine y su laboratorio de parapsicología. El otro miembro del grupo era Julio Beltrán Menéndez, entonces un joven educador interesado en investigaciones psíquicas y filosofías orientales” (21).

Cotlar advertía que “los fenómenos producidos en La Plata no fueron ni una sombra de los conseguidos en Punta del Este”; no obstante, de acuerdo a otro texto de Feola, parecen dignos de mención: “...se habían reunido y habían obtenido extraordinarios resultados. Una mesa grande y pesada con la cual operaban en una habitación de más o menos 6 por 10 metros, había corrido sin control alrededor de la misma, y bajo iluminación completa. Ni Mischa, quien dirigía la sesión y poseía grandes poderes de persuasión unidos a su voz de bajo, había podido detenerla por varios interminables minutos” (22).

Poco después, Feola fundaba otro grupo con intensiones similares, al que en ocasiones era invitado Cotlar, para tratar de aprovechar sus cualidades: “El 20 de diciembre [de 1956], con Mischa y su esposa, J. Ricardo Musso, Elvira Canale (su primera esposa), mi esposa y yo, obtuvimos fuertes movimientos de la mesa sin Fernando [el médium “oficial” del grupo], siguiendo un procedimiento que Musso había propuesto, cantando rítmicamente ‘mueva la mesa, mueva la mesa, etc.’. Fuese por el método o por la presencia de Mischa, el caso fue que cuando llegó Fernando los movimientos y golpes fueron más fuertes, pero no mucho” (23).

Estos controvertidos fenómenos eran reclamados tanto desde el espiritismo como desde un pequeño pero entusiasta grupo de hombres de ciencia. De esa unión, a primera vista aberrante, nació la parapsicología argentina. En 1953 se creó en Buenos Aires el Instituto Argentino de Parapsicología (IAP), gracias al empuje insustituible de Musso, Kreiman y el ingeniero José S. Fernández. Entre los fundadores estaba también José María Feola, y aparecían figuras reconocidas de la ciencia local, como el biólogo Eduardo del Ponte, el entomólogo Adalberto Ibarra Grasso o el recordado sociólogo Gino Germani. En su sede de la calle Alsina 2607 podían escucharse semanalmente a conferencistas como Enrique Pichón Riviere o Gregorio Klimovsky. Por supuesto que Cotlar, con su flamante doctorado, también se asoció al instituto, formando parte de la Sección Físico–matemática, junto a otro matemático, el Dr. Carlos Biggeri y el Dr. J. Ricardo Musso (24).

Como singular documento gráfico, Cotlar cedió para su posible divulgación una foto en la que se lo puede ver trabajando con mesas parlantes (ver al final del artículo). El lugar es la casa de Musso, en la calle Virrey Cevallos de la Capital Federal. Allí, entre 1954 y 1956 funcionó un grupo con pocos resultados. En la foto puede identificarse a Musso, sentado, en el borde derecho; el doctor Oscar Andrieu, filósofo y crítico de arte, de pie junto a la mesa; y la señora Elvira Canale, de frente junto a la mesa; todos miembros del IAP. La actitud de Cotlar (segundo desde la izquierda), atento aunque ajeno a todo protagonismo, si bien es el resultado de una toma casual puede servir para representar su compromiso con la parapsicología a partir de entonces. Las obligaciones asumidas como profesor de la Universidad de Buenos Aires y sus compromisos en el campo social lo obligaron a priorizar esfuerzos; también el fallecimiento de César Della Rosa debe haber influido en esta decisión. Además, existió una voluntad expresa de desprenderse de lo que él llamaba sus “capacidades mediúmnicas”, que según contaba habían sido despertadas por influencia de Della Rosa y a través de técnicas de yoga; pero le traían múltiples inconvenientes: cuando se sentaba en una silla podía describir a la persona que poco antes la había ocupado, o podía conocer detalles íntimos de la vida personal de quienes conversaban con él.

Finalmente le pidió a Della Rosa que lo “curara” de su mediumnidad, aunque continuó practicando sus ejercicios de yoga; al menos eso es lo que parece, de acuerdo al relato de uno de sus alumnos de la universidad por los años 60’: “Tengo una anécdota que vacilo en contar porque puede parecer increíble, pero bueno, ahí va: como todo pichón de matemático tuve una idea para intentar demostrar el último teorema de Fermat, lo escribí y se lo llevé a Mischa (todavía conservo el original). No me dijo que estaba loco ni mucho menos; se puso a estudiarlo y me dijo que lo viera en una semana. Fui, golpeé la puerta, me dijo ‘entre’ con una voz media rara; abrí y estaba cabeza abajo, en posición de yoga. Luego me contó que lo usaba con frecuencia cuando quería pensar en algo difícil” (25).

Los Últimos Años

Cotlar aseguraba que durante su larga estadía en Venezuela sólo se había dedicado a cuestiones sociales y matemáticas. Durante las entrevistas no se lo pudo convencer de repetir aquellas experiencias, ya que insistía que su capacidad estaba perdida para siempre. Tampoco se pudo conocer con precisión el contenido de las instrucciones necesarias para inducirlas; si bien no lo dijo, daba la impresión que las consideraba secretas y que alguna vez habría prometido no divulgarlas. Lo único que se consiguió fue ubicar a otros testigos que confirmaron la totalidad del relato, agregando o corrigiendo detalles menores que el tiempo había desdibujado.

Quedan para el recuerdo la visita al Instituto de Psicología Paranormal y una larga charla con Naum Kreiman en el Instituto de Parapsicología de la calle Uruguay; de hecho Cotlar siempre se encargó de mantener la suscripción a las revistas de ambas instituciones, como la forma mínima de permanecer relacionado con ese campo. En esas reuniones solía sorprenderse de las dificultades actuales para formar grupos capaces de repetir los fenómenos de Punta del Este y La Plata, quizá los últimos logrados hasta el presente en nuestro país.

Considerando el maniqueísmo que caracteriza el abordaje de estos temas, puede predecirse la conducta que generará la lectura de este artículo. Una gran mayoría de creyentes ingenuos lo aceptará ciegamente y lo incorporará a su bagaje de comentarios, esos que suelen desplegarse en sobremesas anodinas. Lo escépticos clásicos, en cambio, entre los que estarán muchos colegas de Cotlar, desde otra forma de ingenuidad apelarán a recursos simplistas para desacreditarlo; hasta es posible que crean que se trata de alguna travesura literaria (¿por qué no?) como las que cada tanto se infiltran en las circunspectas revistas especializadas. Y es de desear que aún queden los que se atreven a preguntar siempre, los que no se rinden, los que no se conforman con asimilar la desmesura de la vida a unas cuantas experiencias cotidianas.

Referencias:

1. Borches, C. Los Caminos de un Matemático. Entrevista a Mischa Cotlar. 17 de diciembre de 2001. Obtenido desde www.fcen.uba.ar. Consultado 6-2-2008.
2. Lima de Sá, E. y Rech, L. Mischa Cotlar. Notas Biográficas y Bibliografía. Boletín Asociación Matemática Venezolana. V 1 N° 1. 1994. Pp. 77–78.
3. Terragno, R. Mischa Cotlar, Testamento de un Sabio. Obtenido desde www.blogs.periodistadigital.com. Consultado 8-3-2008.
4. Sadosky, C. (editora). Analysis and Partial Differential Equations: A Collection of Papers Dedicated to Mischa Cotlar. New York. Marcel Deckker, Inc. 1990.
5. Moledo, L. Uno de los Mitos de la Época de Oro de la UBA. Obtenido desde www.conicet.gov.ar/noticias/actualidad. Consultado 8-3-2008
6. Cotlar, M. Discurso del 11 de abril de 2006 en el Congreso de la Nación. Obtenido desde www.terragno.org.ar. Consultado 8-3-2008
7. Yanny Frenkel, también matemática, fue su esposa desde 1938 y también su colaboradora (nota del autor de este artículo).
8. Marcantognini, S. Mischa, mi Maestro. Boletín Asociación Matemática Venezolana. V 1 N° 1. 1994. Pág. 44.
9. Cotlar, M. Discurso del 11 de abril de 2006 en el Congreso de la Nación. Obtenido desde www.terragno.org.ar. Consultado 8-3-2008.
10. Cotlar, M. y Capelli, P. Krishnamurti. Sophia. Junio 1949. Pág. 19.
11. Cotlar, M. Ciclo y Conciencia. Sophia. Agosto 1949. Pág. 15.
12. Kreiman, N. En Elementos descriptivos y Conceptuales de Parapsicología. Buenos Aires. Ed. La Cirpleja. 2001. Separata. Pág. 1. El siguiente párrafo no puede dejar de mencionarse: “Un día encontré también en la biblioteca teosófica a un joven, J. Ricardo Musso, que estaba con su esposa, por el cual me enteré de la existencia de sociedades espiritistas”.
13. Krishnamurti en Latinoamérica. Obtenido desde www.fkhispanoaméricana.org. Consultado 24-4-2008.
14. Toda la información transcripta a continuación referida a su participación en fenómenos paranormales fue obtenida en sucesivas entrevistas en Buenos Aires, en abril de 1995, quedando las grabaciones a disposición de quien las requiera. La publicación de este material después de su muerte se debe a que las entrevistas tenían como propósito exclusivo convencerlo de repetirlos con mejores condiciones de control y registro. De todas maneras en las grabaciones puede escucharse su interés de que estas memorias pudieran alguna vez ser divulgadas, sin cambiar ninguno de los nombres propios citados.
15. Courtier, J. Rapport sur les Séanses D’Eusapia Palladino á L’Institut Général Psychologique. Bulletin de L’Institut Général Psychologique. 1908. 8. Pp. 415–546.
16. Serié, P. Elocuencia de los Hechos. La Plata. Luz del Porvenir editor. 1910.
17. Orden Martinista de la América del Sur. La Iniciación. Año 2 N° 10. Pág. 238.
18. Kabir, A.M. y Vyasa, S.I. Sobre el Cuaternario. La Iniciación. Año 1 N° 6. Octubre 1942. Pp. 152–156. Y también: Vyasa, S.I. y Kabir, A.M. Sobre la teoría algorítmica de Hoene Wronsky. La Iniciación. Año 1 N° 8. Diciembre 1942. Pp. 200–204.
19. En esos años Cotlar y Rodolfo Ricabarra publicaron en colaboración diversos artículos matemáticos. Por ejemplo, Medidas Invariantes en Espacios Topológicos, en la revista Math Notae 9 (1949) Pp. 52–77; y también Sobre Transformaciones de Conjuntos y Operadores de Koopman, en la revista de la Unión Matemática Argentina. 14 (1950) Pp. 232–254 (nota del autor de este artículo).
20. Se refiere a Guillermo Ricabarra, después investigador del CONICET, fallecido en 1996 (nota del autor de este artículo).
21. Feola, J. Viñetas del IAP. Comunicaciones de Parapsicología. N° 9. Marzo 2006. Pág. 4.
22. Feola, J. El Grupo de La Plata. Manuscrito no publicado. Pág. 2.
23. Feola, J. J. Ricardo Musso y el Grupo de La Plata. Revista Argentina de Psicología Paranormal. V 5 N° 4. Octubre 1994. Pág. 218.
24. Actividades y Órganos del Instituto. Boletín del IAP. Año 1 N° 1. Mayo 1954. Pág. 11.
25. Scolnik, H. Recuerdos de Mischa Cotlar. Revista Ciudad de Arena. En www. ciudaddearena.org/059.
Sesión de mesas parlantes en casa de J. Ricardo Musso. Segundo desde la izquierda, sentado, Mischa Cotlar. De derecha a izquierda: J. Ricardo Musso, sentado en el piso; Oscar Andrei y Elvira Musso, ambos de pie. Todos miembros de Instituto Argentino de Parapsicología.
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