Testimonio de Arnaldo Ravscovsky sobre Luck
La percepción interna y la percepción externa (fragmento de conferencia). Arnaldo Ravscovsky.
Yo lo conocí a Míster Luck, uno de los hombres más conocidos del país. Yo lo invité a mi consultorio, junto con otras diez o doce personas.
Subió y me dijo: “Qué sillón ridículo”. No lo entendí, hasta que recordé que tres o cuatro días antes, haciendo una psicoterapia de grupo, me caí del sillón de una manera completamente ridícula, con el culo al aire delante de todos.
Después llegó un amigo que era presidente de una importante compañía. Luck le dijo: “Usted se va mañana a New York”. Mi amigo le contestó: “No, se equivoca, yo vine hoy de New York”. Y Luck le contestó: “Y yo creo que usted se va mañana a New York.
Después me dijo: “Hay alguien que no viene porque andan mal los ascensores”, y al rato me llama uno de los invitados y me dice que no iba a venir a comer porque vivía en un piso 20, se habían descompuesto todos los ascensores, ya había bajado y subido por las escaleras una vez y no pensaba volver a hacerlo.
Pero todo esto es circunstancial. Lo interesante es que Luck no tenía la más mínima idea de cómo le sucedían estas cosas. Una explicación es que él me leía telepáticamente el pensamiento, pero yo no sabía nada del amigo que tenía que ir a New York. Ese amigo llamó por teléfono al día siguiente porque lo habían llamado de urgencia a New York y debía viajar ya.
Luck era un hombre extraordinario. Una vez vino a comer una prima mía, era por mayo más o menos. Y no le quiso decir nada. Sólo le dijo: “Vuelva en un año, señora”. Cuando volvió en mayo le dijo: “Yo la hice volver ahora porque en marzo iba a quedar viuda”, y exactamente el marido murió en ese mes en un accidente automovilístico.
Él alguna vez me contó cómo comenzó con todo esto. Había sido soldado en la Prmera Guerra Mundial, pero antes había ido a China con una misión inglesa. Estaba muy enamorado de su esposa y también tenía un amigo de absoluta lealtad. Y una vez el amigo y la mujer le dijeron que se iban juntos porque se habían enamorado. Era un hombre de una generosidad extraordinaria, entendió todo y le dio todo a su mujer. Pero entró en un período febril que le duró 40 días. Cuando salió de ese estado notó que tenía percepciones que nunca había experimentado.
Una vez le dijo a todos los que estaban con él en su regimiento: “Corran que va a explotar una bomba”. Todos se rieron. Sólo él se fue. Se murieron todos porque la bomba explotó.
Experiencias como esta tenía a granel y medio Buenos Aires lo conocía.