Augusto Frin - Pionero de Domínico - Juan Gimeno - 2006
Los Ultimos Años
Cuando murió Nélida, faltaban pocos días para que Augusto cumpliera 77 años. Los análisis médicos que periódicamente le hacía su hijo indicaban que era un hombre sano y fuerte. Su nieto Jorge recuerda alguna carrera corta que casi pierde con su abuelo, cuando ya tenía 75 años, y atribuye aquella vitalidad a la práctica de las siestas y al churrasquito con que siempre cortaba las mañanas.
Pero a partir de la muerte de su compañera, su ánimo ya no fue el mismo. Se agregaban las persecuciones sufridas desde 1955, los amigos que ya no aparecían, y la construcción de la nueva casa que se demoraba. Se lo solía ver atendiendo debajo de la glorieta que había quedado en pie, o en el fondo, cerca del quincho, al aire libre. Aunque cada vez eran menos los días que decidía recibir a los enfermos, que aumentaban por lo tanto en número, apelando muchas veces a recursos insólitos para poder llegar hasta él. También solía atender en “la leonera”, una vivienda de chapa y madera que estaba pegada a su casa, hacia la calle América del Norte (hoy Alberto Barceló), que muchos años antes había comprado en un remate público, y que había convertido en su refugio más privado.
Augusto ya sentía que era tiempo de descansar. Después de más de sesenta años de trabajo, había entregado la administración del laboratorio y de todos sus bienes a su hijo José. El último golpe se lo dio aquel bulto que le apareció en uno de sus pechos en 1957. José lo analizó y descubrió que se trataba de un cáncer. Augusto aceptó el tratamiento, que involucraba una operación y la aplicación de rayos con bomba de cobalto, que recibía tres veces por semana en el sanatorio Anchorena de la Capital. Después de un aparente retroceso, a los pocos años la enfermedad reapareció con más agresividad, hasta que finalmente, aquel que a tantos había curado, cayó vencido, falleciendo el 20 de abril de 1971.
Dos días después, el diario La Ciudad de Avellaneda publicaba en su sección "Mundo Social": “Han sido sepultados ayer en el cementerio de nuestra ciudad los restos de Don Augusto Simón Frin, antiguo vecino de Villa Domínico, fundador de Laboratorios y Herboristerías Frin S. C. A., que decretó honores correspondientes. Previamente se ofició una misa de cuerpo presente en la Iglesia de N. S. de Loreto, asistiendo a las honras póstumas numerosas personas en testimonio del intenso duelo y repercusión causado por el ingrato acontecimiento”.
Cuentan algunos que lo conocieron, que en aquellos últimos años trabajaba buscando una fórmula de yerbas que pudiera curar el cáncer. Otros aseguran que mucho antes, cuando nada amenazaba su salud, había dicho en rueda de amigos: “Yo voy a vivir hasta los 86 y nada más, porque va a haber muchas muertes y van a ocurrir cosas horribles que no quiero ver”.
En el comienzo de la década del 70, con el énfasis de la muerte que a todo le da un barniz heroico, mezclando realidad y fantasía, siguió agigantándose el mito de Augusto Frin.
Recorte del diario La Ciudad, de Avellaneda, del día 22 de abril de 1971, con la noticia del sepelio de Augusto Frin.