Psicometría de Irma Maggi. Alfonso Reyes –1989
Fue en Buenos Aires, en casa de
Nieves Gonnet (de Rinaldini), el 14 de marzo de 1930. Nieves convidó a la
vidente o médium Irma Maggi, citada por Richet en su metapsíquica para que hiciera experiencias de eso que se llama
absurdamente “psicometría”: adivinar a la sola palpación, y casi sin verlos, la
historia de los objetos. Llevé, metida en un sobre, la gorra cazadora que
llevaba puesta mi padre cuando murió. Puse de acuerdo a mi mujer, para que, en
todo caso, no pusiéramos a la mujer en ridículo y dijéramos que había acertado,
y le recomendé el mayor secreto. Ella, para entrar en trance, leía algún
fragmento de D’Annunzio y se hacía tocar no sé qué frases musicales al piano:
lo hizo Pedro Miguel Obligado. Primero operó con la gorra cazadora, y tuvo
bastante éxito. Después Manuela le dio un anillo algo fantástico que acabábamos
de comprarle a Manuel Bedoya, el periodista peruano, para que pudiera irse de
Buenos Aires a Lima; pero eso no nos impresionó porque ignorábamos la historia del
tal anillo y, además, la historia de Irma nos pareció demasiado literaria. La
conservo sólo como recuerdo en mi archivo de cartas, junto con lo que escribió
sobre la gorra, pues la quería para sus memorias. Ella me escribió agradecida,
en su carta del 28 de marzo que también guardo en mi archivo, donde veo que ya
nos despedíamos de Buenos Aires, por haber sido yo trasladado a Río de Janeiro.
Véase toda la historia en mi Diario, núm. 3, pp. 69-71. Allí digo: “Después de
irse ella (de la casa de Nieves), se ofreció la eterna cuestión de por qué los
videntes no hacen grandes cosas en la vida. Yo opiné que con la intuición
sucede lo que con el sexo. El que lo posee normalmente incorporado en la vida,
lo usa sin exhibirlo. El que lo exhibe teatralmente es enfermo y estéril.
Onofroff sólo puede ‘adivinar’ ante un auditorio y gasta en ‘suertes de
ilusión’ su reserva. Napoleón no se lo cuenta a nadie y domina el mundo. ¿Por
qué, entonces, fracasa Napoleón? Porque, como en los cuentos árabes, la vida es
un combate de hechiceros, y alguna vez le toca a cada uno la derrota”. Pero
faltaba saber lo que había en el caso de transmisión del pensamiento, pues
naturalmente Manuela y yo estábamos en nuestra mente resucitando la escena que
Irma Maggi entrevió.
Buenos Aires, 14 de marzo de 1930
14-3-1930
“Quest’oggetto mi parla di una
stranna indefinida sensazione. Sento un che di tragico atronó como se del
sangue fosse versato. Sento un’allarma, una confuzione, un intrigo. Una
ripercussione. Vedo si to diverso di qua. Sento orde fanatiche che correvano
alla riscossa. Un che di tragico e di spettrale. Un che di stranno e di
irresoluto. Un costume diverso da noi. Un talismano per essere protesto. Una
missione e anche una corporazione. Onde di diversa razza e orde profanatrici. La
larghezza dell’ampia radura che confinava con la selva tropicale. Un che di
grave. Sento anche dei cori come se in lontananza una specie di pelleninaggio
andasse confondendosi. Vedo guerrieri e vedo anche una specie di dinastia che
cadde.”
Firmado: Irma
Maggi.
Gorra cazadora de mi padre.
Psicometría. En casa de Nieves. (Ayacucho 892) Buenos Aires.
[Traducción: Este objeto me habla de una sensación extraña e indefinida.
Como algo trágico donde la sangre fue derramada. Escucho una alarma, una
confusión, una intriga. Una repercusión. Veo algo diferente aquí. Siento hordas
fanáticas corriendo al rescate. Algo trágico y horrible. Algo extraño e
irresoluto. Un traje diferente al de nosotros. Un talismán de la protesta. Una
misión y una corporación. Las ondas de diferentes razas y las hordas
profanadoras. El ancho de la pampa que rayaba con el bosque tropical. Algo
grave. También siento como si el coro en la distancia una especie de pelleninaggio fue confundido. Veo los
guerreros y también veo una especie de dinastía que cayó.]
El general
Bernardo Reyes, que en un tiempo parecía el sucesor natural de Porfirio Díaz en
la Presidencia de la República Mexicana y que concentraba en sí toda la
simpatía y hasta la idolatría del pueblo y del ejército, no quiso ser desleal a
Porfirio Díaz y se negó a encabezar una revolución, ausentándose del país. El
primer hombre que hubo a la mano –Madero– hizo entonces la Revolución, que
expulsó del gobierno y del país a Porfirio Díaz. Y como sucede siempre, el
movimiento social fue dejando atrás a sus iniciadores. Cuando el general Reyes
volvió al país, su popularidad había desaparecido, y se encontró, sin darse
cuenta, convertido en representante de la reacción, y de los últimos elementos
y despojos del régimen porfirista. Una serie de vicisitudes lo arrastran
entonces de fracaso en fracaso hasta la prisión militar de Santiago, en la
ciudad de México.
El 9 de
febrero de 1913, una asonada militar se produce. El general Reyes, libertado
por la guardia misma de la prisión, aparece como el jefe natural –por sus
prestigios y su capacidad militar– del movimiento que se dirige contra el
Palacio Nacional, el cual ha sido tomado por las fuerzas sublevadas, y
recuperado poco después por las fuerzas del Gobierno, en los momentos en que el
general Reyes, a caballo y a la cabeza de sus hombres, aparece frente a dicho
Palacio en la Plaza de Armas. Quiere dirigirse a la guarnición, adelanta su
caballo y levanta las dos manos como pidiendo calma y silencio (sus pistolas, a
su muerte, se encontraron con todos los cartuchos intactos), pero una descarga
de ametralladora pone fin a su vida. El general cae entre el tumulto y toda la
ciudad, en estado de trágica expectación, asiste durante diez días –sin querer
participar en él– al duelo de artillería y escaramuzas entre las fuerzas del
Gobierno mandadas por el funesto Victoriano Huerta (que después capitulará con
los sublevados, se hará dueño militar de la situación y capturará y asesinará
al propio presidente), y las fuerzas sublevadas que han quedado al mando de
Félix Díaz, un sobrino de Porfirio Díaz que nunca supo hacer suyos los
destinos.
El general
Reyes al salir precipitadamente de la prisión, se cubrió con una gorra de cazador que había traído de Europa, y con ella
murió. Ese fue el objeto de que dispuso la vidente Irma Maggi.