Augusto Frin - Pionero de Domínico - Juan Gimeno - 2006
Los Grandes Laboratorios Frin
La construcción de un laboratorio de yerbas medicinales debió haber sido la idea que acompañó a Augusto mientras huía del Gran Chaco rumbo a Santa Fe. Ya quedó demostrado que la fecha oficial de fundación fue el 10 de marzo de 1908, según se lee en la placa conmemorativa antes mencionada.
El verdadero motor de lo que finalmente se llamó Grandes Laboratorios y Herboristerías Frin fue Nélida. Ella decidió legalizar una actividad informal para transformarla en Sociedad en Comandita por Acciones, lo mismo que mecanizar la mezcla y molienda de las yerbas, y automatizar su fraccionamiento. Con su impulso, las 34 fórmulas de " La Provinciana"se pudieron distribuir en las farmacias de todo el país, y fueron publicitadas en las principales radios y medios gráficos. Claro que nada hubiese sido posible si detrás del apellido Frin impreso en cada caja de doscientos gramos, no hubiese viajado el prestigio del vidente que las prescribía.
La tarea de mezcla y molienda estaba estrictamente supervisada por Augusto, y se realizaba en los galpones ubicados detrás de su vivienda. Esta actividad era la única que lo distraía por mucho tiempo de sus videncias; debía controlar personalmente las proporciones utilizadas y realizar periódicos viajes al interior y a países vecinos para encargar los componentes y garantizar su calidad.
El fraccionamiento y venta de las yerbas, lo mismo que algunos productos de tocador, también fabricados a partir de plantas y productos naturales, era supervisado por Nélida en el local de la calle El Salvador y Mitre, esquina NO. Sobre esa ochava podía verse un gran cartel con la leyenda Laboratorios Frin y el logo que acompañaba cada caja: una mujer con rasgos norteños subida a un burrito. Es imposible no asociar esa imagen, elegida por Augusto, con una escena similar ocurrida en su juventud, mientras huía del cacique que quería matarlo. En aquel viaje urgente, Segunda, su mujer, iba también subida al mismo animal mientras cruzaban la provincia de Santa Fe.
En los últimos años el laboratorio se había mudado a Mitre 4199, para poder cumplir con las nuevas normas de higiene y seguridad vigentes, en un terreno de los Frin que comunicaba con la vivienda particular por los fondos. En su mejor momento, la empresa llegó a contratar a setenta personas, algunos de ellos parientes y amigos. Sus empleados recuerdan que los salarios eran de los mejores que se pagaban, y el ambiente laboral era de gran camaradería.
Tal vez el momento más difícil se vivió poco después de la caída del gobierno democrático, a partir de setiembre de 1955. Los nuevos funcionarios de la triunfante Revolución Libertadora decidieron clausurar el laboratorio y detener a Augusto en la cárcel de Villa Devoto; simultáneamente, Nélida era internada por un infarto al corazón.
No está claro el origen de ambos acontecimientos, pero es muy posible que el terremoto político posterior al golpe militar haya alentado a sectores que no simpatizaban con los Frin a generar una ofensiva sobre ellos. Debió influir en esas decisiones el manifiesto apoyo de Nélida al gobierno peronista recién caído, materializado inclusive con la donación de un local para el funcionamiento de una Unidad Básica en la calle El Salvador, a pocos pasos de la avenida Mitre. Lo cierto es que coincidieron nuevas denuncias por ejercicio ilegal de la medicina con inspecciones inusitadamente rigurosas. Finalmente, Augusto quedó en libertad luego de dos semanas, pero el laboratorio tardó más de dos años en poder reabrir, tiempo durante el cual se mantuvieron los salarios de todo el personal y su relación de dependencia.
Con la muerte de Augusto, las yerbas medicinales perdieron su principal difusor, y las ventas comenzaron a mermar. El golpe de gracia llegó en 1974, cuando el gobierno de Isabel Perón decretó el congelamiento de todos los productos farmacéuticos, entre los que estaban incluidos los productos de La Provinciana. Muchos de sus componentes eran importados y debían comprarse a precio dólar, que seguía aumentando implacablemente. De esa manera, cuanto más se vendía, más dinero se perdía. La única solución para seguir funcionando era disminuir la calidad de los componentes, como hacían otros establecimientos; pero la familia prefirió cerrar definitivamente las puertas.
Es oportuno destacar el carácter adelantado que tuvo Augusto al comenzar a preparar sus primeras fórmulas; tanto que recién después de 1946, durante la gestión del doctor Ramón Carrillo en el Ministerio de Salud Pública de la Nación, se comenzó a reglamentar la actividad. De hecho el mismo Carrillo le entregó a Augusto el diploma y carnet como “primer fitotécnico de la Argentina”, ¡cuando ya llevaba 40 años comercializando sus yerbas! Este reconocimiento es de gran importancia, ya que es opinión generalizada entre los sanitaristas, que Carrillo fue el mejor ministro de salud que tuvo el país.
Quedará para futuros trabajos poder profundizar hasta dónde Carrillo se involucró con las capacidades paranormales de Augusto. El ministro debió ser su amigo, o al menos en algún momento se debió sentir en deuda con Augusto. Prueba de esto es el aljibe, hoy perdido, que podía admirarse en los jardines del chalet de la calle Belgrano, regalo de él.
Puede resultar interesante divulgar un aspecto de la gestión de Ramón Carrillo poco conocida, relacionado con la parapsicología, en aquellos años también conocida como metapsíquica o investigación psíquica. En viajes que realizara por Europa para completar su especialización en neurocirugía, tuvo oportunidad de conocer a grandes sabios, como Eugene Osty (1) o el premio Nobel Charles Richet (2), que ocupaban buena parte de sus esfuerzos en experimentar con personas dotadas de capacidades parapsicológicas especiales, capaces de producir fenómenos controlados. Una vez asumido como ministro, volcó esa experiencia en la creación, en 1948, del Instituto de Psicología Aplicada, a través de la Resolución Ministerial N° 6180. Dentro del Instituto funcionaba un Gabinete de Parapsicología; allí, bajo la jefatura del psiquiatra cordobés Orlando Canavesio (3), se realizaban experiencias para evaluar a sujetos con capacidades similares a las de Augusto. Lamentablemente los archivos del Gabinete no fueron conservados, pero no sería descabellado pensar que Ramón Carrillo haya podido convencer a Augusto de participar en alguna de esas experiencias, teniendo en cuenta el carácter reservado y serio de la propuesta.
Por último, es interesante comentar un archivo de menor valor, indicador no ya de la efectividad sino de la inserción de los productos comercializados por los Frin en la vida cotidiana de los argentinos, documentado a través del humor gráfico.
Una de las fórmulas de yerbas medicinales más conocida era la llamada Afro–Frin, indicada para la disfunción sexual masculina. Por supuesto que el nombre se lo asociaba con todo tipo de chistes, como ocurre actualmente con el Sildenafil, más conocido con el nombre comercial de Viagra. La masividad de los productos se puede comprobar al leer algunos trabajos del humorista Landrú. Por ejemplo, en 1973, en el diario Clarín, con el título de "Remedios y Vigorizantes que toma Perón para mantenerse juvenil, eufórico y optimista", entre otros productos del momento, se menciona al Afro–Frin. Y veinte años después de cerrado el laboratorio, en su sección Landrú a la Pimienta también del diario Clarín del jueves 7 de julio de 1994, en su columna "Las Creencias de los Argentinos", puede leerse: “La muña–muña es una hierba de Jujuy que, bebida como infusión tiene propiedades afrodisíacas (...) La muña–muña antes la vendía el laboratorio FRIN, pero a la hierba le agregaban cola de quirquincho, peperina y menta para quitarle el saber amargo”.
Publicidad de una de las fórmulas desarrolladas por Augusto Frin, aparecida en un periódico de Avellaneda en 1965.
(1) Osty, Eugene. El Conocimientro Supranormal. Madrid. Editorial Aguilar. 1922.
(2) Richet, Charles. Tratado de Metapsíquica. Barcelona. Editorial Aralice. 1923.
(3) Canavesio, Orlando. Electroencefalografía en Estados Metapsíquicos. Tesis doctoral. Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba. 1951.